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Despertar soñando
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Por Ysi Ortega
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Somos hijos de nuestro tiempo y de nuestro entorno.

Hoy, los años nos pasan la cuenta. Confirmamos que las decisiones que uno toma en la vida: o nos pagan o nos cobran. No todas las cosas eran tan claras ni definitivas. Pensar y dialogar parece estar condenado. La conquista más importante aún no la hemos conseguido, la de nuestro interior. Nuestros himnos patrios dicen que somos libres y estamos más dependientes que nunca. Palabras como libertad, novedad, creación, irracionalidad, vida, son un clamor de protesta en nombre de lo más propio del hombre como es su interioridad, su fondo irreductible. Por otro lado, la razón venía desprestigiándose a pasos agigantados, aunque sepamos desde siempre que no es lo único válido que existe para salvarnos de nuestra decadencia. Se acentuaba la desconfianza hacia la razón libre, el pensamiento independiente y, por supuesto, el desprecio hacia las humanidades en general. En todas partes la contienda era ganada por el interés propio, por la pasión mal direccionada, por el amor a lo incorrecto, por la vagancia intelectual, por los prejuicios que nos llevan a “razonar” sin fundamentación. Iba ganando la emoción de las multitudes ante lo vano, ante el aturdimiento virtual; gana la desesperación por el último iPhone, por el ultra HD- Smart QLED TV o por las vacaciones y el tour de compras a Miami…
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Pareciera que merecemos lo que hoy nos toca ver. Con todo, hay todavía un cierto aliento. La esperanza es lo último que se pierde, dicen, y quién no anhela cobijarse debajo de ella. Recientemente, en un diálogo con una amiga ( Julie Furlong) ella comentaba: “Una buena parte de la población mundial está despertando, llegando a la alta consciencia…y no porque se hubiesen rebelado, es más el peso de la luz que la sombra que, por miles de años, han querido sellar a los humanos”.
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Buscar personalmente la verdad en nuestras vidas es importante; pero, persistir en ser mejor cada día y procurar que el otro también lo sea, es superior. El desafío se ha lanzado y es posible que, acordándonos de lo experimentado y aprendido, en alguna esquina, repentinamente, los sueños nos vuelvan a juntar…
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Tras el vivir y el soñar, está lo que más importa: el despertar (Antonio Machado)

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Imagen de la entrada: MARGARET COURTNEY / https://www.lensculture.com/margaret-courtney-clarke
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…Una guía para no ser guiado…
Gracias Ysi. No podemos dejar de soñar porque de lo contrario, se apagará nuestra esperanza y se truncará nuestra creatividad. Soñar es bueno para el equilibrio personal y social, para nuestra psicología colectiva. Así que, si despertamos y la realidad nos abofetea, volvamos a soñar. Un abrazo.
Y que no confundamos, como bien decía Unamuno: Despertarse es dejar de dormir, pero no de soñar, y de soñarse. Un abrazo, Pedro.