PERSIGUIENDO SUEÑOS

21 marzo, 2023 | Punto de Vista

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Persiguiendo sueños

Por Pedro Álamo

“Aférrate a los sueños. Porque si los sueños mueren, la vida es similar a un pájaro con las alas rotas y no puede volar” (Langston Hughes, poeta afroamericano, 1902-1967). Nunca sabremos qué hubiera sido de nuestra vida sin sueños, si hubiéramos impedido que nuestra imaginación volara libremente…

Boris Cyrulnik, uno de los padres de la resiliencia, plantea que las carencias reactivan nuestra creatividad (Boris Cyrunik. Escribí soles de noche. Barcelona: Gedisa, 2020, pág. 97). Dicho en versión popular: “la necesidad agudiza el ingenio”. Por ejemplo, apunta Cyrulnik, en un duelo, para no seguir sufriendo, estamos obligados a la creatividad. Se trata de buscar formas de supervivencia para no permanecer anegados en el pozo de la desesperación. Ahí es donde los sueños se abren paso.

Hay personas que se quedan “ancladas” en el pasado, su dolor emocional ha sido tan potente que no han sabido (o podido) salir y no han encontrado referentes para orientarse en su vida posterior. Eso es dramático porque el sufrimiento es intenso. Por ello, se hace necesario proyectarse hacia el futuro y perseguir sueños, lo que implica que la realidad que estamos viviendo en el momento presente nos atormenta o, sencillamente, nos disgusta. Cuando éramos niños teníamos sueños. Si alguien nos preguntaba: “¿Qué quieres ser de mayor?”, teníamos respuesta: “Yo quiero ser arquitecto”, “yo quiero ser piloto”, “yo quiero ser médico…”. Eran sueños por conquistar.

Ves cosas y dices, «¿por qué?» Pero yo sueño cosas que nunca fueron y digo, «¿por qué no?».
– George Bernard Shaw (1856-1950) Escritor irlandés.

Fotografía: Viktoria Sorochinski ( Anna & Eve, Family series)

Si no tenemos sueños, adormecemos la conciencia, la historia de nuestra vida se torna rutinaria, ya no hay sorpresas. Y si no hay sorpresas, se evapora la “chispa de la vida”. En la adolescencia, en pleno cambio psicofisiológico, si había alguna persona que nos atraía, no cesábamos de fantasear, deseando hablar con ella, estar a su lado, desbordábamos simpatía, queríamos gustar, ser agradables… Era como alcanzar la felicidad, un sueño por conquistar. Efectivamente, los sueños nos obligan a la creatividad. Pero cuando se consigue estar con la persona amada y se llevan varios años de convivencia parece que la rutina se ha instalado en la vida, ya no hay sueños y, por ello, desaparece la creatividad. Por eso, las relaciones hay que cultivarlas, trabajarlas, plantearlas desde los sueños porque eso mantendrá la creatividad y estimulará a la otra persona a conquistar sueños. 

En el arte, para Marc Chagall el soñar, sobre todo, era un derecho propio

Mujer y rosas, 1929 – Marc Chagall.

Gerard Depardieu, actor francés, no tuvo una infancia excepcional. El niño estuvo rodeado de gritos, risas, peleas, un padre alcohólico… Todo ese caldo de cultivo despertó el cerebro de Gerard y desarrolló una habilidad especial para relacionarse con la gente. Confiesa que vivían en dos pequeñas habitaciones unos encima de otros por lo que estaba mejor fuera, en la calle, haciendo lo que quería y termina diciendo: “fue una infancia formidable” (citado por Cyrulnik, pág. 107-108). Depardieu tenía sueños por conquistar y, por eso, se proyectó hacia el futuro en lugar de estar lamentándose por su pasado.

Johann Sebastian Bach 

James Rodhes, pianista, fue violado durante varios años cuando era niño por su profesor. Eso dejó una huella traumática en su vida. Rodhes confiesa que Bach le salvó la vida (James Rodhes. Instrumental. Barcelona: Blackie Books, 2018). Pero la historia de Bach es increíble. Cuando tenía 4 años, sus hermanos más próximos mueren. Cuando tiene 9 años fallece su madre, un año después fallece su padre y se queda huérfano. Lo envían a vivir con un hermano mayor que lo trata fatal y en el colegio le dan palizas. Se enamora, se casa, tiene 20 hijos. 11 mueren muy pequeños o al nacer. Su mujer también muere. La muerte rodea a Bach. Pero mientras todo esto ocurre, en lugar de refugiarse en su desgracia, compone para la iglesia, para la corte, da clases de órgano, dirige un coro… Compone más de 3000 piezas musicales (se han perdido muchas más). Bach “digiere” su realidad y sigue adelante porque perseguía un sueño, honrar a Dios con su música. El gran Beethoven afirmó que Bach era “el Dios inmortal de la armonía” (Rodhes, ibid., pág. 48) y, sin embargo, su vida fue absolutamente traumática.

Las personas que han llegado muy lejos no tuvieron una infancia fácil. El dolor, la adversidad, la enfermedad, la muerte, el hambre han sido compañeros de viaje de hombres y mujeres extraordinarios. Supieron mirar hacia delante, vislumbrar un futuro alentador y decidir perseguir sueños. Eso les salvó de caer en la desesperación y ayudó a configurar sus caracteres.

Si no tenemos sueños, ¿hacia dónde dirigimos nuestra vida? Pablo, autor de varias cartas que hay en la Biblia, escribió: “Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta” (Filipenses 3.13-14). Pablo soñó con un mundo mejor y, por eso, animó a las comunidades cristianas del siglo I a hacer el bien, a ser solidarios, a servir al prójimo, a practicar el perdón y la tolerancia, a amarse unos a otros… Esas fueron sus señas de identidad porque perseguía un sueño, el Reino de Dios en la tierra, opuesto radicalmente al poder del imperio del mal.

Martin Luther King, Jr. / Britannica

Martin Luther King, el 28 de agosto de 1963, hizo uno de los discursos más impresionantes de la historia humana, I have a dream. Soñó sencillamente con la justicia social para los negros y con el fin del racismo. Nuestro mundo necesita soñadores, personas que estén dispuestas a correr riesgos, a luchar por sus ideales desde la no-violencia (ahimsa, por la que abogaba Gandhi), a buscar el cauce adecuado para construir una vida mejor para todos los habitantes de este planeta.

Es necesario, casi obligatorio, seguir soñando para erradicar el hambre en el mundo, para que la libertad no sea solo una bella palabra, pero vacía de contenido, en millones y millones de mujeres que viven bajo el gobierno y la tutela de los varones, sometidas a su voluntad y capricho. Debemos seguir soñando para que la violencia, personal o institucional, toque a su fin, para que la guerra sea erradicada sumándonos al sueño del profeta cuando escribió “no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Biblia, Isaías 2.4).

Yo he tenido sueños y sigo poniendo la mirada en el futuro para que sea esperanzador porque no quiero dejar de soñar y no solo en los grandes temas de la vida, sino en los pequeños detalles, que es donde está la esencia de nuestros pensamientos y sentimientos, donde cada gesto cuenta. Es como sentir que tocas la mano de la persona amada que está en la distancia, un sueño lleno de ilusión que alimenta el momento del deseado encuentro.
Por ello, me uno a la maravillosa canción de John Lennon: “puedes decir que soy un soñador, pero no soy el único” (Imagine). Así, os invito: Perseguid sueños, conquistad lo imposible, alcanzad lo ideal, vivid la excelencia del bien común. Dios está de nuestro lado para construir un mundo nuevo. Soñemos.
Para mi amiga Lourdes, a la que acompaño persiguiendo sueños.  ¿Soñamos?

…Y no habrá noche que no sea vivida como si fuera la última. Y día que no sea vivido como si fuera el primero…
– Eduardo Galeano, El derecho de soñar

Pedro Álamo es Bachiller en Teología y Licenciado en Psicología. Actualmente se desempeña como delegado comercial en una Compañía de servicios tecnológicos para editoriales. Es autor de “La iglesia como comunidad terapéutica” y “Consejería de la persona. Restaurar desde la comunidad cristiana”, publicados por la Editorial Clie.
Obra de la portada: El despegue, 2019, Luz Letts
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…Una guía para no ser guiado…

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La violencia física deja huellas palpables, la violencia verbal deja huellas invisibles; en ambos casos, los efectos son devastadores.
– Pedro Álamo.

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