Amistad
Por Pedro Álamo
La amistad no tiene un valor de supervivencia, sino más bien es una de las cosas que da valor a la supervivencia.
– C. S. Lewis
Pocas veces nos hemos parado a reflexionar sobre el significado de la amistad. En nuestros días, en una sociedad tecnológica, la podemos medir a partir de la cantidad de contactos que tenemos en las “redes sociales” y aunque a muchos de ellos ni siquiera los conozcamos; decimos “somos amigos en Facebook”, o “he solicitado amistad a tal o cual persona”, pero ¿qué alcance tiene eso? ¿Qué vínculo desarrollamos con esa persona? ¿Qué define la amistad? ¿Quién es realmente amig@? ¿Qué cualidades engloba? ¿Se rige por parámetros físicos, ideológicos, espirituales, emocionales…? ¿Por qué con unas personas es muy sencillo “conectar” y con otras es extremadamente difícil?
La amistad es un vínculo que se establece entre las personas y que lleva a una relación especial, ya sea emocional o intelectual, edificada sobre la lealtad y la confianza. Esa conexión permite albergar el deseo de estar con esa persona a la que consideramos amiga, de abrir nuestro corazón para compartir alegrías y frustraciones, de ser uno mismo sin necesidad de dar una imagen, de salir en su ayuda en cualquier momento y de recibirla cuando nos sentimos abatid@s…
El amigo no espera nada a cambio, la amistad no se rige por criterios de correspondencia o intercambio: “tú me das, yo te doy… Y si tú no me das, yo no te doy”. La amistad se expresa a través de la generosidad, la entrega a favor del bien del otro, sin esperar nada a cambio. No es una transacción, aunque ha de ser alimentada por ambas partes para que sea fuerte y duradera.
La conexión que se establece entre dos personas que llegan a ser amigos tiene una base emocional fuerte. No solo se comparten ideas similares, sino sentimientos profundos de respeto, admiración, benevolencia, alegría, simpatía, empatía… La amistad permite albergar sueños, despertar ilusiones, fantasear libremente contando con el apoyo del amigo o la amiga; a su lado, uno se siente fuerte, aceptado, querido, respetado, seguro… Por eso, en la adolescencia, cuando el vínculo con la casa paterna/materna se “tambalea” y se sufren cambios significativos tanto anatómicos como psicológicos, el amigo o la amiga toma el relevo y, de alguna manera, se convierte en alguien sumamente importante. La familia no la elegimos, los amigos sí y esa elección implica ejercicio de libertad, un paso hacia la autonomía personal para afianzar los propios criterios frente a los progenitores. El amigo, la amiga es una fuente fundamental para el desarrollo personal en esos momentos en los que los puntos de referencia están en proceso de cambio, en tránsito.
El Dr. Enrique Rojas, catedrático de psiquiatría, habla de tres ingredientes clave al entender la amistad como sintonía entre las personas (Enrique Rojas, Amigos. Madrid: Temas de hoy, 2009, págs.32-34): afinidad (ideas, criterios y orientaciones de vida parecidos), donación (capacidad para entregarse uno mismo) y confidencia (confianza para contar cosas íntimas, personales). La coincidencia del Dr. Rojas con la Biblia es extraordinaria. La Comunidad cristiana se compone de personas que tienen una misma fe, una misma esperanza… (Ef 4.4); es lo que el Dr. Rojas llama “afinidad”. Jesús de Nazaret dijo en una ocasión que “nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan15.13); es lo que el Dr. Rojas llama “donación”. Y en otro texto habla de sus discípulos en términos de amigos porque les ha confiado lo que sabe (v.15), el Dr. Rojas lo llama “confidencia”.
El término usado para amistad en el griego micénico (phílos) significaba “querido, caro, apreciado” (DTNT. Salamanca: Sígueme, 1980. Tomo I:117). Y “phílëma” es el signo del amor, el beso, que en la cultura antigua implicaba afecto y respeto. Esto es muy interesante porque sienta las bases de lo que es la amistad, un bien caro, de mucho precio. Sin embargo, nuestra sociedad está instalada en la superficialidad y la amistad es de bajo precio, barata. Términos como amor y amistad se usan con ligereza para definir una relación poco estable, fugaz, no consolidada, con pocos fundamentos.
El amigo, la amiga, se convierte en punto de referencia, en soporte ante los obstáculos, en paño de lágrimas, en fuente de alegría, en generador de crecimiento personal… El amigo o la amiga, incluso en la distancia, está presente. Ni siquiera hacen falta palabras; el amigo o la amiga es capaz de comprender y de respetar desde el silencio. La amistad no es aceptación gratuita; en ocasiones implica confrontar a la otra persona para superar miedos, contradicciones, reacciones negativas… Pero por encima de todo ello, la capacidad de aceptación y de tolerancia se abre paso porque está cimentada en el afecto. Se quiere a la otra persona y, por eso, se la acepta tal y como es pero, a la vez, se la “confronta” para superar viejos fantasmas y conducirla hacia su maduración. Además, la disposición para el perdón es otro signo distintivo de la verdadera amistad, capaz de restaurar la desavenencia y superar la ofensa sufrida.
“En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia” (Proverbios 17-17 / La Biblia). Este texto es de una riqueza extraordinaria. El amigo ama y eso se hace de manera desinteresada, sin condiciones y, además, no es pasajero, perdura en el tiempo. Suele ocurrir que cuando las cosas van bien, los amigos florecen, se instalan alrededor, todo son alegrías. Pero la verdadera prueba de la amistad no se da en el desenfreno de la fiesta, sino en medio de la angustia, de la adversidad y el sufrimiento. Por eso, el texto dice que el amigo aparece como un hermano cuando la calamidad toca a la puerta. ¿Hay algo más profundo que esto?.
El amigo o la amiga abraza para expresar afecto y protección, habla para enriquecer a la otra persona y actúa para apoyarla y superar obstáculos. El amigo o la amiga hace acto de presencia sin ni siquiera llamarle, acude raudo y veloz ante cualquier contingencia. Es una colaboración profunda, una conexión emocional, un vínculo espiritual. Llegados a este punto sería interesante reflexionar por el tipo de relación que se establece en la pareja, ¿es de amistad? O la relación entre padres e hijos, ¿hay atisbos de amistad? Ser padre-madre es más que ser amigo, pero no tiene por qué ser excluyente. O entre médico-paciente, ¿está caracterizada por la distancia o por la cercanía y el afecto? O podemos recordar a aquell@s que consideramos nuestr@s amig@s y pensar en los fundamentos de esa relación.
Amigos de verdad, seguramente habrá pocos, pero son extremadamente necesarios para nuestro desarrollo personal y para nuestro equilibrio emocional. La amistad, como todo tipo de relación humana, requiere cuidados, porque “si no se cultiva, la amistad primero se enfría, después se aleja y puede terminar rompiéndose” (Enrique Rojas, Amistad, ibid., pág. 265).
La amistad es el mejor antídoto para la soledad y, en nuestros días, a pesar de estar rodeados de gente, hay personas que experimentan la soledad con total crudeza y el ser humano no está hecho para la soledad, es un ser absolutamente social, necesita amar y sentirse amado, necesita compartir sus alegrías y sus tristezas, necesita un alma gemela.
Ojalá desarrollemos familias en las que la amistad cimente las relaciones, sociedades donde la amistad se abra paso a raudales para hacerlas más fuertes, comunidades amigas para mitigar el sufrimiento y el dolor de los más vulnerables… Ojalá podamos mirar a las personas que nos rodean y decir con orgullo “es mi amig@” .
Para mi amiga Ysi, con quien es tan fácil conectar incluso en la distancia…
Así como el vínculo de los personajes protagonistas de la formidable película de Kieslowski, ROUGE (Rojo), en la que ubica frente a frente a dos personas desconocidas y casi sin nada en común, tan contrarias en su manera de vivir, pero tan afines en sus experiencias personales. Dos personas que se descubren en distintos momentos del camino de la vida, pero que juntan sus manos para idear un nuevo recorrido de enseñanza, asentimiento, intercambio, libertad y afecto, pienso, en la posibilidad manifiesta de una experiencia similar en la vida de cada ser humano.
En Rouge, de principio a fin, vemos la esencia y los frutos de una gran amistad. El color rojo, fuerte, lleno de energía y calidez, es lo único que se impone cuando ambos (una modelo joven y un juez mayor), libremente, entablan una AMISTAD.
Va mi agradecimiento por tan valiosa nota a Pedro Álamo, amigo que, como bien señala en su dedicatoria, es tan fácil conectar incluso en la distancia… Un amigo será siempre un hermano…