El existencialismo. La náusea. De 1945 a hoy

24 septiembre, 2018 | Punto de Vista

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El existencialismo. La náusea. De 1945 a hoy

Por Juan Villabens (Madrid, España)

Antes que nada, hablar sobre esto es una osadía. Por eso intentaré hacerlo con frases cortas para no llevar a equívocos sobre lo que quiero decir.

No quiero hablar del existencialismo como teoría filosófica. Lo quiero exponer como una actitud del ser humano ante los eventos que suceden en la sociedad. Desde el 45 hasta hoy ha habido muchos momentos en que el ser humano se ha refugiado en el no ser.

¿Por qué la eclosión del existencialismo tiene su momento más álgido a partir de 1945? En Francia. ¿Porque vino una inspiración del más allá? No, por lo cotidiano, por lo socialmente cotidiano. En entre guerras ya apareció, pero, y ahí quiero llegar, hay muchos existencialismos, no sólo uno. Todos basados en lo social, en aceptación o no de la sociedad que te rodea. Después de la primera guerra mundial se produce un existencialismo de rechazo, muy embrionario, sobre el horror, sobre la condición humana. Neguemos todo. Vivamos. Yo. Vivo yo. Los demás han hecho y consentido el horror de la guerra. Un existencialismo egoísta e insolidario.

Después de la caída del nazismo se produce otro existencialismo, el de la decepción. No es insolidario. No es refugiarse en sí mismo. Es denunciante, despectivo y escupe sobre la tumba de aquellos que le siguen el juego a la ignominia. Hubo elecciones en Francia en aquel entonces. Y.… ya sabemos quién ganó. Y justamente los que habían luchado denodadamente contra el nazismo, los que más lucharon, que no significa los únicos, perdieron. Tres familias. Socialistas, comunistas y anarquistas, perdieron. El mundo cultural que compartía esas ideas se aparta del mundo social. Se encierra en su literatura, en su pintura, en su filosofía. Poco ya merece la pena. Pero no abandona. En cada libro, poema, cuadro, pensamiento, hay un grito de lo que tiene que ser y no es. Se quedan en círculos, quizás cerrados, sin líneas ni siquiera tangenciales con los partidos que asumen lo inasumible. Pero esperan. Siempre esperan. Y apareció mayo del 68. Con todas sus luces y sombras. Y ahí estaban ellos. Estaban con lo que siempre puede ser. Con lo nuevo. ¿Y los partidos? Ellos no estaban. Ellos eran los guardianes de lo no nuevo.

Y llego a España, a mi pueblo. Aquí también hubo tres existencialismos. El primero fue cuando sobre la memoria del olvido se reconstruyó en forma de Constitución la casa de los horrores de cuarenta años. Era un existencialismo de frustración, no de decepción contra la sociedad propia. No. Era contra el destino. Era como si lo fatal aquí, en mi país no tuviera arreglo. Y vino 1982. Esperanza con el supuesto libertador. Pero después de unos meses de algarabía, de fuegos de artificio, la decepción, la traición, fue aún mayor. Y muchos se refugiaron como en Francia, en la poesía, el libro, la música, el arte, el grito, el amor o el pájaro que cantaba en otras latitudes. Y la gente, esa gente frustrada, que, de un existencialismo de fatalidad al principio, pasó por un intermedio de negación a los partidos, y que después, cayendo lo que estaba cayendo y viendo que su sociedad votaba a quien votaba llegó al existencialismo de que nada valía la pena, sociedad corrupta votando a corruptos. La Náusea. El buscar afines. El círculo que comentaba antes en Francia. Aquí más tarde, aquí siempre más tarde en todo. Y esperaban, esperaban ver una palmera en el desierto, ellos también aguardaban el derrumbamiento del no ser. Y un mayo, aquí, en España, también apareció. Sacaron sus viejas mochilas. Sus jóvenes ilusiones. Sus aventuras de amor con los pueblos y con bellas mujeres que hablaban de libertad. Cuánta más libertad uno quiere más bello es. Y.… la sociedad siguió votando el no ser. Hoy noto que las mochilas se guardan, las bellas mujeres gritan al oído y aquellas palmeras en vez de irse, de un sitio del cual no puedes cambiar nada hasta que no tengas mayoría para hacerlo, se quedan formando parte de un cuadro que ya ha sido pintado por los mismos criminales del no ser tantas y tantas veces. Y el existencialismo de la frustración de lo fatal como destino, el de la traición de aquellos en los que se confió y por último el de la insolidaridad del ciudadano que convive contigo como parte del no ser aparece de nuevo.

Hay otro existencialismo. El peor. Los anteriores son producto de la mente soñadora que choca ante la realidad. Pero siempre teniendo la semilla del Ser y la lucha contra el no Ser. Este que hablo ahora es el que no tiene semilla, es hierba mala, es indiferente a todo, es individualista, busca su salvación, busca su yo, en religiones, en hedonismo, en dinero. Ese es el culpable de tantos existencialismos. Está presente en todas las guerras. En los campos de exterminio. En el cementerio que hoy es el Mediterráneo. En la mujer y el débil violentado. Sí, él siempre está, buscando su salvación y permitiendo lo anterior por acción u omisión. (Hasta aquí el Punto de Vista de Juan Villabens)

“La vida comienza al otro lado de la desesperación”, era una de las conclusiones a la que había llegado Jean-Paul Sartre…

El hombre, de cualquier manera que quiera obrar, se estrella contra sus propios límites. Siente que por sí solo no puede realizarse a sí mismo y que el mundo entero no puede realizarlo. Su existencia es en relación a lo trascendente, relación absoluta al Absoluto, o no es nada. La angustia es la forma que toma esta conciencia y la desesperación es el término a que conduce. Como tal, la desesperación arranca al hombre de sí mismo en lo que tiene de eterno. La desesperación está ligada al fracaso. La angustia, en cambio, precede al pecado y está ligada a la posibilidad y a la libertad. Ninguna vida humana puede escapar a la angustia y la angustia misma és, como la desesperación -una por delante de la libertad, la otra por detrás-, el signo de la existencia”….“El significado de la contemporaneidad es proporcional al hecho histórico” (A. Ropero Berzosa/Sartre, honradez intelectual, ateismo y libertad)

Solo la pregunta filosófica es perenne, no las respuestas.
– Paul Tillich

…Una guía para no ser guiado…

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