Nostalghia, de Tarkovsky: Escena del poeta y la vela

12 noviembre, 2017 | Cámara, Acción

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Nostalghia, de Tarkovsky: Escena del poeta y la vela

Por Ysi Ortega


Este mundo no es un lugar donde se pueda ser feliz. No ha sido creado para la felicidad humana, aunque muchos crean que es la razón de su existencia. Creo que estamos en este mundo para luchar, para que el bien y el mal luchen en nuestro interior y Dios pueda vencer enriqueciéndonos espiritualmente.
– Andrei Tarkovsky

La palabra vida (del latín: vita), en términos generales hace referencia a la duración de la existencia.  La vida humana en ese sentido -aunque se sabe que comienza en el vientre materno- no es sino el espacio de tiempo que transcurre desde el nacimiento hasta la muerte física, es el estado intermedio. Durante la vida hay una fuerza o actividad interna sustancial mediante la cual procede el ser que la posee. Esta vida implica una manera de ser o de comportarse; es decir, un modo de vivir para dirigir la propia existencia. Es así como cada hombre, a su manera, llega a escribir su propia historia.

La vida y la muerte son temas siempre presentes en los hombres de cualquier parte del mundo, llegando a tener el concepto de la vida, distintos significados que pueden depender de la experiencia individual o de la corriente de pensamiento a la que uno adhiera.

 En filosofía podemos nombrar, por ejemplo, a los Epicúreos quienes eran materialistas. Para ellos la única realidad es la vida presente y la felicidad ha de conseguirse  evitando el dolor, llevando al máximo los placeres, (comamos y gocemos que mañana moriremos). A diferencia de los Hedonistas cirenaicos, la práctica de los placeres debe disfrutarse con inteligencia y sin temor al destino.  Para un Estoico, en cambio, el dolor y el sufrimiento se han de aceptar como parte de la  vida. A través de la virtud y la razón, un estoico se esfuerza constantemente de no ser arrastrado por los placeres, por cosas y pasiones que perturban la vida ya que tarde o temprano, debilitan la voluntad y resultan en más dolor innecesario. La felicidad, sostienen, se alcanza prescindiendo de los bienes materiales.

Para el filósofo Nietzsche, la vida una vez producida la muerte de Dios, significa la liberación del hombre, que por la voluntad de poder ha de llevarle a la creación del superhombre. Para Sartre, principal expositor del existencialismo francés, el ser humano ha sido abandonado a la existencia, no sólo está obligado a vivir en el mundo, sino que también es libre, dado que no nace moralmente condicionado por nada ni por nadie, sino que en todo instante puede elegir e interpretar los signos que reciba de su Dios o del destino. Piensa que el hombre necesita elegir algo en cada instante, pero en cada elección, por insignificante que ésta sea, se elige de hecho a sí mismo. Para Sartre la vida es sin sentido, conduce a la muerte y produce «náusea». “La verdad es que encontrar un criterio moral no ha debido ser fácil para Sartre. Aquella frase de Dostoievski de que si Dios no existe, todo está perdido; y si todo está  permitido la vida es imposible, le ha aparecido a veces irrebatible. ¿Quién puede exigirme cuentas de mi conducta? ¿Por qué he de hacer una u otra cosa, si un buen día me he de morir y con la muerte se acaba todo?» (Carlos-Antonio, «Sartre». Arbor nº 229, Madrid enero 1965)

Para las corrientes Metafísicas, estén o no relacionadas con la religión o la teología, la vida es sólo un estadio transitorio en el que hay que ser y dar lo mejor de uno mismo, ya que esta conduce a través de la muerte a otros planos distintos de existencia.

La vida, el espacio entre dos puntos

La vida puede verse claramente como un conjunto de actividades que hace el hombre, con un denominador común en cualquiera de sus significados: la voluntad. Desde el primer minuto en que nacemos, cuando dramáticamente somos lanzados del tibio seno materno y experimentamos (ferozmente) el frío, el calor, el dolor, la lucha por la supervivencia y una realidad que se muestra reacia a darnos un estado permanente de alegría. Desde ese instante comenzamos a saber que para seguir con vida tenemos que aprender a vivir en paz aun en medio del sufrimiento. Saber y entender esto llega a ser el primer indicio de que estamos dispuestos a crecer y a madurar de tal manera que nos sirva para vivir la vida. Algunos lo logran, otros no…

La extraordinaria escena que veremos del filme Nostalghia de Andrei Tarkovsky, trata de uno de los planos secuencia más impresionantes de la historia del cine, si no el más impresionante por varios motivos. Es una escena llena de lirismo y de una fuerza que nos lleva a visualizar la vida como el genial cineasta ruso la visualizó, en forma de una vela encendida y la voluntad, como la gran decisión del hombre para mantenerla flameando hasta la meta final.

El momento está emotivamente narrado, en un único plano de unos nueve minutos de duración, en el que sólo vemos al poeta ruso luchando por intentar mantener la vela encendida, simbolizando a su propia vida. En dicha escena vemos en acción a la fe, la paciencia, la perseverancia, la esperanza, la voluntad (para volver a empezar las veces que sean necesarias) y un gran amor por la vida, por la cual se decide dar todo lo que se tiene.                                                                                                                   

La forma en que la vela parpadea es como si fuera la esencia misma de las cosas, como el espíritu. Y el espíritu como si fuera un instante, un cruce, el enlace de la vida a la muerte.

El actor que interpreta al poeta ruso en la escena de la película Nostalghia, persevera en su misión y finalmente logra cruzar el espacio para depositar la vela encendida en el lugar que corresponde. Otra mirada de ese trayecto recorrido de un extremo a otro, podría ser, el viaje del exterior al interior del propio hombre y esa lucha interna por conocerse así mismo. 

La conmoción espiritual que produce este plano es indescriptible. En él se funden el tiempo como materia esencial del plano cinematográfico -magistralmente usado por Tarkovsky– para llevarnos a sentir el vacío que puede llegar a ser la existencia humana. Además, la importancia de las cosas pequeñas y la fe  -ver por anticipado lo que aún no es y que por voluntad se decide practicar-  como requisito para llegar al objetivo deseado. De principio a fin esta escena es una pericia narrativa extrema, pero al mismo tiempo es de una admirable sencillez….                                                                   

 El brillante cineasta Tarkovsky, con humildad y convicción artística muestra su compasión por el dolor humano en todas sus formas e intenta, en cada una de sus obras, enaltecer la dignidad del hombre y el valor de la vida, la misma que considera un incomparable don. Su sello es la búsqueda del compromiso entre las necesidades espirituales y materiales.

Al final, una persona no es más que las cosas que ha hecho y las cosas que le pasaron. Lo que importa al final de todo es cómo llenó el «espacio en blanco»,  desde el momento de entrada hasta el momento de salida, ni más ni menos que  ese espacio entre dos puntos. Sabemos que la cuestión no es la cantidad de tiempo que vivamos sino la calidad con que lo hagamos, porque los días pierden su significado cuando están delante de la eternidad….

En cuanto cedes en algo que no crees, luego sucumbes y te conviertes en un conformista.
– Andrei Tarkovsky                                     

…Una guía para no ser guiado…

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