Nietzsche: Dios ¿Ha muerto?

28 noviembre, 2016 | Filosofía y Letras

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Nietzsche: Dios ¿Ha muerto?

Por Ysi Ortega

¡Dios ha muerto! ¡Nosotros le hemos matado!

¿No oísteis hablar de aquel loco que en pleno día corría por la plaza pública con una linterna encendida, gritando sin cesar: «¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios!». Como estaban presentes muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron la risa…El loco se encaró con ellos y, clavándoles la mirada, exclamó: ¿Dónde está Dios? Os lo voy a decir. Le hemos matado; vosotros y yo, todos nosotros somos sus asesinos. Pero ¿Cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo pudimos vaciar el mar? ¿Quién nos dió la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho después de desprender a la Tierra de la órbita del sol? […] ¿No caemos  sin cesar? ¿No caemos hacia adelante, hacia atrás, en todas direcciones? ¿Hay todavía un arriba y un abajo? ¿Flotamos en una nada infinita? ¿Nos persigue el vacío […]? ¿No hace más frío? ¿No veís de continuo acercarse la noche, cada vez más cerrada? […] ¡Dios ha muerto! […] ¡Y nosotros le dimos muerte! ¡Cómo consolarnos nosotros, asesinos entre los asesinos! Lo más sagrado, lo más poderoso que había hasta ahora en el mundo ha teñido con su sangre nuestro cuchillo. ¿Quién borrará esa mancha de sangre? ¿Qué agua servirá para purificarnos? […] La enormidad de este acto, ¿no es demasiado grande para nosotros?
(Aforismo 125, El discurso del loco, La Gaya Ciencia, Nietzsche)

La Gaya Ciencia fue escrita en 1882. En alemán: Die fröhliche Wissenschaft “La gaya scienza “, también traducido al español como El gay saber, «El alegre saber» — la poesía, como el de los trovadores y poetas medievales provenzales, bohemios y libres, es una de las obras principales del filósofo, poeta, músico y filólogo alemán, Friedrich Wilhelm Nietzsche.

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Dios ha muerto”, aparece en La gaya ciencia y en Así habló Zaratustra. Esta frase fue dada también por Hegel veinte años antes de que Nietzsche naciera. El aforismo 125 señala dos cosas: Primero, el fin de lo imperante y negativo para el hombre: la religión, responsable de un mundo ideal, inexistente, alejado de todo contacto con el mundo real (para Nietzsche, el amoralismo significa la negación de que la moral tenga algún valor o fundamento, aunque se contradiga luego).  Y, segundo, indica un nuevo período, el mismo que se da por la apertura de un terreno virgen y fértil, en el cual el propio Nietzsche es un cultivador.  “Dios ha muerto” , es para Nietzsche como la liberación de la ceguera del pasado y una nueva posibilidad de relacionarse con lo que para él es.

Víctor Massuh (Nietzsche y el fin de la religión), distingue tres etapas o pasos escalonados en la filosofía de Nietzsche.  El primero, que puede ubicarse entre 1871 y 1876, caracterizado por una gran confianza en la cultura y en las figuras de su país, apareciendo como paradigmas Wagner y Schopenhauer. El segundo período puede ser abarcado entre 1876 y 1882 y en él hace su aparición el nihilismo nietzscheano que empieza a volcarse en “Humano demasiado humano” y “Aurora”. El último paso es el de la rebelión total: Entre 1882 y 1888, Nietzsche se manifiesta contra todos los valores establecidos, contra toda norma moral objetiva y, en especial, contra el cristianismo como autor de una jerarquía de valores injusta, degradante para el hombre y falsa. Junto a la proclamación de la «muerte de Dios» surge el nacimiento del «superhombre», cuyas características serán totalmente diferentes a las consideradas ideales por el cristianismo. A esta época pertenecen, entre otros, Así habló Zaratustra, Más allá del bien y del mal y El Anticristo.

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Mientras que Kierkegaard se esfuerza en argumentar el cristianismo desde la vida individual y la existencia de cada cual; Nietzsche sueña con el fin de la religión, la muerte de Dios y la venida, no del Hijo del Hombre celestial, sino del superhombre terrestre.

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Si bien uno de los elementos más esenciales en el pensamiento de Nietzsche y en el libro “La Gaya Ciencia” es que «el hombre necesita creer de vez en cuando que sabe por qué vive», el filósofo denota un sentir unamuniano, a quien no le basta con sobrevivir, con la conservación biológica de su ser viviente, ni siquiera con el legado de una obra filosófica, cultural, científica o artística para la posteridad y que la perduración anhelada no es la de una modalidad más extensa del tiempo de Crónos, sino “la inmortalidad del alma cristiana” y, en la perspectiva de Nietzsche, la del tiempo intensivo y eterno del Aión.

Nietzsche es consciente que faltan muchas cosas por conocer de un mundo que cree ya saberlo todo; la ciencia, dice, genera la ilusión de que conoce lo que ignora. En su tiempo se da cuenta que la ciencia no ha levantado aún sus monumentos colosales. Heidegger, por su parte, lo reitera escribiendo su ensayo «La época de la imagen del mundo», donde nos muestra que los grandes rascacielos y las grandes autopistas son el nuevo “egipcianismo” de la era postmoderna, una vez convertida la ciencia en empresa. Ya Nietzsche había declarado que «la ciencia barbariza» y Heidegger añadirá que «la ciencia no piensa” .

Dícese con fundada razón que las convicciones no rezan en la ciencia; sólo si se avienen a condescender a la modestia de una hipótesis, de una fórmula heurística, de una ficción regulativa, cabe darle acceso al reino del conocimiento y hasta reconocerles cierto valor dentro del mismo; claro que colocándolas siempre bajo vigilancia policial, bajo la vigilancia alerta del recelo (…) La ciencia descansa en fe; una ciencia «exenta de supuestos» no existe (…) Esta voluntad incondicional de verdad, ¿qué es? ¿Es la voluntad de no dejarse engañar? ¿Es la voluntad de no engañar? de no engañarse así mismo… ¿Por qué no dejarse engañar? (…) Nuestra fe en la ciencia reposa siempre sobre una fe metafísica -también nosotros los actuales hombres del conocimiento, nosotros los ateos y anti-metafísicos, también nosotros extraemos nuestro fuego de aquella hoguera encendida por una fe milenaria, por aquella fe cristiana que fue también la fe de Platón, la creencia de que Dios es la verdad, de que la verdad es divina…” (En qué medida somos nosotros todavía piadosos, La gaya ciencia- Nietzsche)

…Las preguntas sobre el engaño vuelven a poner sobre la mesa al “valor de la moral”.

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El eterno retorno y la transmutación de los valores en el pensamiento de Nietzsche late el innegable anhelo de auto-transcendencia del ser humano, pero sin conseguir llenarlo de contenido real. Para ello el filósofo recurre a un mito que ocupe el lugar dejado vacante por Dios. El mito del «eterno retorno», «el anillo de la existencia», como escribe el filosofo y que no es sino un respiradero de su sentir trascendente, de su apéndice cristiano. El «retorno eterno de lo mismo» es el fraude intelectual al que ha de Inmolarse para negar a Dios y conservar la ineludible transcendencia que anhelaba con todas las fibras de su alma, pues habiendo descubierto la vida superior no estaba dispuesto a rendirse ante la nada o el absurdo, como harían otros menos llenos de su fuerza vital. Zaratustra es el “maestro del eterno retorno”, pero no lo enseña realmente: sólo alude a él”, escribe, Eugen Fink (La filosofía de Nietzsche). 

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Una mirada – también interesante- la encontramos  en Introducción a La Filosofía de Alfonso Ropero Berzosa, en donde el ateísmo anticristiano de Nietzsche es mantenido sin vacilaciones en nombre de la vida, de la voluntad de poder. Es un motivo vital más que intelectual. Para Nietzsche la vida termina donde empieza el reino de Dios” (…) Su originalidad en este campo consiste en proclamar la muerte de Dios como un logro de la voluntad de poder que aspira a vivirse a sí misma en toda su naturalidad sin el supuesto chantaje a la vida de un Dios garante de la moral, de lo bueno y de lo malo, como resignación y miseria. Su ateísmo es de índole psico-filosóflco y, por tanto, precursor de Sigmund Freud.

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Cuestión de honestidad para Nietzsche, continúa diciendo Ropero Berzosa:  Dios no es el problema, sino lo que a lo largo de la historia se ha hecho pasar por Dios. Su alta estimación de la vida, su toma de conciencia del valor del individuo, le llevan a denunciar a voz en cuello la mentira, la mezquindad, la superstición, el miedo a la vida, que se hacen pasar por culto a Dios. Frente a un concepto utilitario de Dios, Nietzsche propone la muerte del mismo en lo que tiene de indigno para un Dios que se precie de sí. “Bastaría Un mínimo de esfuerzo Intelectual, por no decir ya un rasgo de decencia, para hacer ver a esos intérpretes la puerilidad y la indignidad que supone abusar así de la idea de un Dios en términos de prestidigitador. Si tuviéramos una cierta dosis de piedad, por muy pequeña que fuera, un Dios que nos cura a tiempo un resfriado, o que nos hace encontrar un taxi cuando se pone a llover, habla de ser para nosotros un Dios tan absurdo que, si existiera, habría que eliminarlo. Se acaba así, convirtiendo a Dios en un criado, en un cartero, en un mercader ambulante” (El anticristo).  

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Entre quienes sueñan y añoran a los dioses abundaron siempre los enfermos: odian con furia a quien ama de veras el conocer, y a la más juvenil de todas las virtudes, la honradez. Siempre miran hacia atrás, hacia los tiempos oscuros. Entonces el ilusionarse, el alocarse y el creer, resultaban ser por cierto muy diversos: el delirio de la razón era semejanza con Dios, y el dudar era pecado (Así habló Zaratustra).

Téngase en cuenta que durante mucho tiempo un tipo de fe cadavérica ha pasado por la fe en el resucitado. Se ha entendido la vida creyente, en términos de celda monástica en lugar de banquete de bodas, del que habló Jesús. En muchas ocasiones Dios se ha presentado como enemigo consumado de la vida. «El cristianismo inventó a Dios para aniquilar la vida; el alma, para denigrar al cuerpo; el cielo, para desvalorizar la tierra«. A partir de Nietzsche el pensamiento cristiano se esforzará en reconciliar lo que nunca debió de estar separado y en colocar a Dios en el centro de la vida y a la vida en el centro de Dios, termina diciendo Ropero Berzosa.

En cuanto a la forma de expresión de Nietzsche, podemos ver que al final de cuentas su filosofía es la filosofía de un gran romántico, en la que manifiesta sin tapujos, una sed de lo infinito, en cada elemento de su doctrina y en cada página de sus escritos.  La gaya ciencia, en una mirada global, comienza con la risa y termina con ella, como liberando a la vida de su propio peso. Comienza con el problema del sentido de la existencia y termina con ese mismo problema; sin embargo, es el ansia de certeza, el impulso hacia la verdad,  que tanto en “La gaya ciencia” como en “Así hablo Zaratrusta”,  es donde Nietzsche intenta la  “construcción de nuevos valores” y con  “El retorno eterno” hace una pobre caricatura del Eterno Dios, pero que al menos representa esa tensión (sentir) humana que es imposible eliminar por completo. Nietzsche, nacido en el seno de una familia de larga tradición eclesiástica, delata el alto concepto que tenía de la divinidad. En el pasaje donde el loco anuncia la «muerte de Dios», Dios es referido allí como el mar, es el Dios en quien todos los ríos -la vida humana- confluyen. ¿Dónde está Dios?, exclamó, ¡Os lo voy a decir! ¡Nosotros lo hemos matado -vosotros y yo! ¡Todos somos unos asesinos! Pero ¿cómo lo hemos hecho? ¿Cómo hemos podido vaciar el mar?” .  Nietzsche llegó al eterno retorno después de negar la existencia de Dios y de la inmortalidad del alma. Sin fe, pero con una inmensa voluntad de vivir, se vió abocado a postular el retorno eterno de las cosas… 

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El pensamiento consciente, y sobre todo el de los filósofos, es la menos violenta, y, por consiguiente, también relativamente, la más dulce y la más tranquila categoría del pensamiento; y por esto le sucede tantas veces al filósofo que se engañe sobre la naturaleza del conocimiento”  (¿Qué significa conocer?, La gaya ciencia -Nietzsche.

Sin ser su legado más importante, la música fue un elemento fundamental para el pensamiento de  Nietzsche y no deberiéramos dejar de mencionar,  «Sin la música la vida sería un error», solía decir. Brillante para muchos y, con un importante grado de locura para otros,  en busca de la verdad el citado filósofo amó el arte del pensamiento tanto como la música. «Siempre hay una pizca de locura en el amor. Sin embargo, igualmente hay en todo momento un poco de razón en la locura» (Nietzsche)

Si se quiere tratar de comprender a Nietzsche, un referente para entender la filosofía moderna, hay una receta: leer sus libros (con cuidado). Después de todo -en filosofía-, el pensamiento no puede ir separado de la vida y, «stalker21» es sólo una guía para no ser guiado…

…Una guía para no ser guiado…

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