El sufrimiento

26 octubre, 2022 | Punto de Vista

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El sufrimiento

Por Pedro Álamo

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Quizás el sufrimiento y el amor tienen una capacidad de redención que los hombres han olvidado o, al menos, descuidado.

― Martin Luther King (1929-1968)

El sufrimiento tiene que ver con el padecimiento y el dolor que una persona experimenta. Normalmente es una vivencia interior que tiene su origen en lo que ocurre exteriormente, como si fuera una reacción. Sufrimos ante la pérdida de un hijo, sufrimos los efectos de una guerra, sufrimos con la precariedad del empleo, sufrimos cuando hay un accidente, cuando la vida corre peligro, cuando la enfermedad trastorna nuestros planes… El sufrimiento nos acompaña a lo largo de nuestro viaje vital y es difícil estar preparado cuando llama a nuestra puerta y decide entrar sin pedir permiso, arrasando con todo.

Fotografía: When tears don’t matter (Cuando las lágrimas no importan) – Margaret Courtney-Clarke

El grado de sufrimiento también depende del suceso que lo provoca. Por ejemplo, no es lo mismo perder a un hijo de 5 años que a una madre de 90 que lleva varios meses como enferma terminal. En el primer caso genera una impotencia absoluta que nos paraliza; en el segundo, nos decimos a nosotros mismos que es ley de vida y seguimos adelante.

Así las cosas, podemos decir que la vida es sufrimiento. Desde el mismo momento en que nacemos ya lo experimentamos expresándolo a través del llanto. Cuando un bebé tiene hambre llora y provoca una reacción en la madre que le amamanta para calmar su necesidad y eliminar el sufrimiento. En la adolescencia, cuando el enamoramiento primerizo aparece, no ser correspondido se vive como una terrible experiencia, llena de frustración y ansiedad, es una tragedia… Sufrimiento.

Foto: Depositphotos-stock

Y qué decir de la guerra, cualquier conflicto bélico de nuestros días, sofisticados tecnológicamente, con efectos devastadores. Dolor desgarrador que atraviesa el alma, sufrimiento de las familias que tienen que separarse y no saben si se van a volver a encontrar algún día, si seguirán vivos o un misil va a sesgar su existencia; incertidumbre respecto al futuro, dudas sobre cómo se va a recomponer el país cuando termine la guerra, si podrán recuperar sus vidas y salir de la pobreza absoluta en la que se van a encontrar… Sufrimiento.

Pero lo más inquietante es preguntarse por el sentido de una guerra, sea esta o cualquier otra. Podemos sentenciar que, normalmente, tiene su origen en la ambición humana. La pregunta es pertinente porque si no se le encuentra sentido, se termina en la desesperación y la desesperación es la ausencia total de esperanza, es no ver salida, es hundirse en las tinieblas más absolutas… Así lo entendía el famoso neurólogo y psiquiatra Viktor E. Frankl cuando dijo que la desesperación es sufrimiento sin sentido”. Ese es el meollo de la cuestión, porque cuando uno sufre con algún sentido se lleva de otra manera, hay dolor, pero no desesperación; todavía hay salida, un atisbo de esperanza…

Foto: Holocausto- Historia National Geographic

En su libro “El hombre en busca de sentido” (Barcelona: Herder, 2015), se pregunta qué es lo que permitió sobrevivir a tanta gente en el campo de concentración de Auschwitz donde él también estuvo prisionero y la respuesta tiene que ver con encontrar un sentido, tener un propósito por el que vivir, por ejemplo, volver a ver a un ser querido al salir del campo de concentración. Eso es lo que mantuvo con vida a cientos y cientos de personas en unas condiciones infrahumanas. Escribió: Vivir es sufrir, sobrevivir es encontrar sentido al sufrimiento”. Algunos no lo consiguieron; eso muestra lo terrible que fue su sufrimiento y las condiciones en las que se produjo.

En los países más desarrollados no somos del todo conscientes del sufrimiento que están padeciendo millones y millones de personas que no tienen con qué alimentar a sus familias; viven el presente, mañana está muy lejos porque no saben si llegarán vivos, la existencia se mide con otros parámetros porque están rodeados de muerte. Y nosotros, en medio de la opulencia occidental, estamos acostumbrados a tomar una pastilla para calmar un dolor de cabeza y, al encontrar alivio, nuestro estado anímico se transforma porque vivir con dolor es un sinvivir.

Foto: Madre inmigrante separada de su hijo bajo la política Cero tolerancia (Texas, EE.UU.) – Por Ruben R Ramirez, AP

¿Y qué decir de la enfermedad? De repente la vida da un giro inesperado, te detectan un cáncer y te avisan de que te quedan tres meses de vida. El shock es brutal y el cerebro tarda un tiempo en procesar esa información. El sufrimiento que todo ello genera es enorme, la incertidumbre sobre el futuro propio y el de la familia dispara la ansiedad y comienza un círculo vicioso que se retroalimenta día a día, es como un vacío existencial, nada lo puede llenar. No hay solución, no hay salida, de repente la vida se oscurece y desaparece el colorido de antes. El sufrimiento ha tomado el control.

Pero para el sufrimiento, ¿hay algún antídoto? ¿Algo que lo pueda aliviar? En una
entrevista que hicieron a Marian Rojas Estapé en El País, psiquiatra y escritora (diciembre 2021) dijo que El mejor antídoto para el sufrimiento y el dolor es el amor; es sentirse querido, es sentir que no estás solo…”. Por eso, un amigo o una amiga que te ama incondicionalmente, que estará a tu lado en los momentos difíciles, te puede cambiar la perspectiva. No son necesarias palabras, se trata de sentirse querid@. La otra persona participa de tu sufrimiento, te comprende, te acompaña sufriendo contigo, llorando a tu lado. No hacen falta muchos amigos, seguramente con uno solo, que sea amig@ de verdad, es suficiente. Sentir su cercanía, su abrazo, su cariño, su amor… Es el más potente de los estímulos para levantar la vista, recuperar nuevos sueños o saberse acompañado en el dolor.

El peor sufrimiento está en la soledad que lo acompaña.
― André Malraux

Amor, solidaridad, caridad, amistad…, Son expresiones que orientan al ser humano a mirar hacia el otro, a comprender su dolor, a aceptar que puede hacer algo para socorrerle; esas actitudes vitales nos llevan a concluir que no estamos aquí solo para pasarlo bien y disfrutar de los muchos bienes que tenemos a diario sino como seres sociales que somos, decidimos que el/la otro/a nos importa y lloramos con él/ella; sí, derramar lágrimas junto a alguien nos vincula con una fuerza extraordinaria; se establece una conexión emocional profunda.

Dice la Biblia que nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15.13-15) y por eso, Jesús de Nazaret solicita a sus seguidores: “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado”; las claves que la psicología y la psiquiatría está enfatizando en nuestros días ya fueron dichas hace cientos de
años. El Dios creador se identifica con el ser humano, abandona su status privilegiado y se hace como uno de nosotros viviendo humildemente, sin tener ninguna posesión y decide estar al lado del que sufre, del que no cuenta, del desecho de la sociedad, del abandonado, del marginado por el imperio del dinero, para ofrecerle la vida aquí y ahora. Mayor amor, imposible.

Por ello, en el siglo XXI, ese sigue siendo el remedio más trascendente ante el sufrimiento y para eso no hace falta ser creyente, tan solo despertar la humanidad que todos tenemos y acercarnos al que sufre para tenderle una mano amiga, porque también nos gustará que cuando nos toque a nosotros, alguien se acerque para socorrernos en medio del dolor. Esto no tiene que ver con ideas políticas, ni con la edad, ni con el género, ni con las ideas religiosas… Tiene que ver con el amor que podemos proyectar a otro ser humano cuando sufre para que no se sienta solo, abandonado, desvalido, desahuciado…, Sino querido, acompañado,
respetado y dignificado.

Imagen: Manos que ayudan / Cosas de Lorca

El sufrimiento es llevadero cuando tienes un hombro en el que llorar, cuando alguien te tiende una mano, cuando alguien te abraza, cuando alguien te mira y, sin decir palabras, ya sabes lo que te está transmitiendo. Todos necesitamos un alma gemela para acompañarnos en el tránsito de la vida porque todos, en mayor o
menor medida, sufrimos.

Nada calma el sufrimiento como el toque humano.
―Bobby Fischer

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Pedro Álamo es Bachiller en Teología y Licenciado en Psicología. Actualmente se desempeña como delegado comercial en una Compañía de servicios tecnológicos para editoriales. Es autor de “La iglesia como comunidad terapéutica” y “Consejería de la persona. Restaurar desde la comunidad cristiana”, publicados por la Editorial Clie.
*Fotografía de la entrada por Pierre Gonnord

…Una guía para no ser guiado…

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