1º de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores
Por Ysi Ortega
“… Salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro… Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: «la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora”. Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable…”
Así narraba José Martí (en ese entonces, corresponsal para el diario La Nación de Argentina) la escena de los cinco sentenciados a muerte en la horca, “culpables” de la muerte de un policía durante la Revuelta de Haymarket (Chicago, Estados Unidos, 4 de mayo de 1886).
La Plaza de Haymarket sería el lugar elegido para la congregación de más de 20 000 personas, continuando así las protestas que habían dado inicio el 1 de mayo, en apoyo a los obreros en huelga para reivindicar la jornada laboral de ocho horas. Los datos sobre ese histórico día dan cuenta que la policía había empezado a disolver el acto en forma violenta y que una persona desconocida lanzó una bomba que llegó a impactar en un miembro de la policía causándole la muerte. El resultado fue una multitud reprimida por 180 policías uniformados, quienes abriendo fuego mataron e hirieron a obreros sin que llegara a conocerse la cifra exacta de víctimas.
Más tarde, muchos fueron golpeados, torturados y acusados del asesinato del policía, entre ellos las cinco personas del relato de Martí, quienes llegaron a ser denominados “Mártires de Chicago por el movimiento obrero”.
Uno de los cinco sentenciados a la horca fue el periodista Adolf Fischer (alemán de 30 años), quien redactó apresuradamente una proclama, la misma que no mucho tiempo después sería la principal prueba acusatoria en el juicio que lo condenó, decía:
“Trabajadores: la guerra de clases ha
comenzado. Ayer, frente a la fábrica Mc Cormik, se fusiló a los obreros. ¡Su
sangre pide venganza!
¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria.
Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo.
Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!.
Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costosos y se bebía a la salud de los bandidos del orden…
¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís!
¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos! “
Por supuesto, al joven periodista (Adolf Fischer) se le acusaría hasta de lo que no era. Vendría entonces la prensa fuerte, la que siempre está cuando se trata de guardar con llave ciertos intereses. Y con las siguientes palabras desparramaron sus titulares:
“Qué mejores sospechosos que la plana mayor de los anarquistas. ¡A la horca los brutos asesinos, rufianes rojos comunistas, monstruos sanguinarios, fabricantes de bombas, gentuza que no son otra cosa que el rezago de Europa que buscó nuestras costas para abusar de nuestra hospitalidad y desafiar a la autoridad de nuestra nación, y que en todos estos años no han hecho otra cosa que proclamar doctrinas sediciosas y peligrosas!”…
¿Nos recuerda algo, acaso?. Hay tanta repetición de las maniobras que han dañado sobremanera a las sociedades que, estamos llegando al punto de naturalizar lo que nos destruye.
El día de esta conmemoración, si bien tuvo su inicio en los Estados Unidos, en este país así como en Canadá se conmemora el primer lunes del mes de septiembre. En la mayoría de los demás países se guarda el primero de mayo.
Hoy en día ¿Estaremos reivindicando lo logrado por aquellos años? ¿Nos están sirviendo los logros modernos como las leyes de “igualdad” por las cuales algunas sociedades se jactan tanto? ¿Qué es eso de la “flexibilidad laboral”, por ejemplo? ¿Por qué sigue existiendo la mano de obra barata o la clandestina? Afirmaba el gran pensador Aristóteles: “Lo que con mucho trabajo se adquiere, más se ama”. Logros como la jornada de ocho horas han costado vidas. La posta ha seguido pasando de mano en mano y hoy está en las nuestras…
Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, y los que odian y deshacen. El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber.
– José Martí