Edward Hopper: pequeñas historias, grandes obras…
Por Ysi Ortega
Los cuadros de Edward Hopper son siempre el comienzo de una historia.
– Wim Wenders, cineasta alemán, quien se confiesa deudor de la impresionante obra de Hopper
Edward Hopper nació en el seno de una familia de clase media en Nyack, Nueva York, 1882. Al lado de sus padres y su hermana mayor, Marion, obtuvo sus primeras impresiones y conocimientos sobre las artes; asistió regularmente al teatro, conciertos, visitó museos y otros eventos culturales. Su padre era dueño de una tienda de productos secos en donde Hopper llegó a trabajar durante su adolescencia. Alguna vez, Hopper, describió a su padre como «un intelectual rudimentario”, pero en él encontró un apoyo muy importante para sus aspiraciones artísticas.
Su hogar en Nyack estaba en una colina desde donde se apreciaba el río Hudson, al norte de la ciudad de Nueva York. En ese tiempo, Nyack era un centro lleno de industrias y de un vibrante tránsito, tanto terrestre como naval. El mismo puerto sería un escenario inspirador para los primeros y numerosos dibujos del joven Edward –quien era un gran observador- los cuales comenzó a documentar desde los diez años.
Edward Hopper y su padre Garret en el patio trasero de su casa en Nyack (Cortesía de The Arthayer R. Sanborn Hopper Collection Trust)
Hook Mountain, Nyack, 1899 (Acuarela y grafito sobre papel, Hoja: 5-1 / 16 x 6-7 / 8 pulgadas. Whitney Museum of American Art, Nueva York)
A Hopper se le ha descripto como a una persona callada y reservada. Medía más de seis pies de altura cuando era adolescente, tenía pocos amigos y pasaba gran parte de su tiempo a solas con sus libros y obras de arte. Cabe decir que también vivió la gran depresión y las dos guerras mundiales. Como buen lector y artista llega a la conclusión de que “El propósito y la finalidad de toda creatividad literaria consiste en reproducir el mundo que le rodea como si fuera el reflejo de un mundo interior. Todo está revestido, relacionado, moldeado y construido de una forma personal y original. Para mí- agregaba– esta definición es aplicable a la pintura”.
La obra de Hopper no solamente revela un frustrado “sueño americano”, sino que también hace un llamado al espectador a percatarse del momento real que se vive. Se puede llegar a ver en sus personajes a seres carentes de esperanza y sufriendo de ese tipo de soledad que no se elige. Llama la atención que pesar de ello, se reconoce en los personajes hopperianos cierta resistencia y una nobleza en las posturas. El pintor solía decir que representaba “el dolor interior a través del mundo exterior”. Nadie como Hopper ha logrado capturar el aislamiento del individuo dentro de una gran urbe moderna.
Morning Sun (Sol de la mañana), 1952
Una de las formas de “soledad” es el sentimiento de una desconexión con el mundo, de estar aislado, vacío y carente de sentido. Este estado del espíritu se vive con angustia, la persona se siente atrapada y esa parece ser la forma en que Hopper sentía lo que ocurría en su entorno. Tratándose de una personalidad introvertida como la de Hopper, el estudio de su obra resulta especialmente elocuente. “Supongo que mis cuadros me presentan a mí, pero como dijo Renoir: “Lo más importante de un cuadro no se puede definir, no se puede explicar” y quizás sea mejor así” (Hopper).
Sketching in París, 1907
Edward Hopper se desliga de un entorno bastante tradicional y conservador como el de Nyack cuando viaja a Europa. Entre 1907 y 1910 viajó tres veces a París, pero también a Ámsterdam, Londres y Madrid. En ese lugar del mundo, sin alterar sus costumbres, hizo una vida solitaria e instructiva y admiró sobre todo a Degas, a Rembrandt y a Turner. Conoció, además, las obras de Cézanne, Gauguin, Juan Gris, sin impresionarse por esa vanguardia, ni llegando a enterarse de la existencia de Picasso, quien frecuentaba su mismo círculo.
A su regreso de París se instaló en un estudio de Washington Square, New York, cercano al rio Hudson. Ese fue su hogar y estudio en donde vivió con su esposa Josephine Nivison (JO, su modelo), también pintora y de carácter muy diferente a él. Jo era tan sociable como él era de reservado; pero, ambos estaban muy compenetrados en su relación.
Los esposos Hopper, pasaron mucho tiempo viajando por las carreteras, desde México hasta Massachusetts. Atravesaron colinas, por interminables carreteras, viendo atardeceres, casas junto a las vías; imágenes que de la mano del genial Hopper nos hablarían con nostalgia de la América profunda.
Los paisajes urbanos pintados por Hopper transmiten desasosiego. Hay algo en ellos que no sabemos bien que es, como si se trataran de ciudades fantasmales desde las cuales, al mismo tiempo, alguien nos estuviera observando…
Gas, 1940 (Gasolina) / Route6, 1941 (Carretera 6)
La imaginería de Hopper, de figuras dentro de entornos urbanos, expone la parte más vulnerable de la experiencia humana, casi como si lo pudiéramos ver en una película.
Edward Hopper era un apasionado del cine, tenía preferencia por el cine negro. Este cine había sido heredero del expresionismo alemán, en el que la luz se había convertido en un poderoso recurso. Señalaba el pintor: “La luz es un eficaz medio para crear la estructura de la realidad, un arma potente que permite al artista representar su visión del mundo”.
Office at Night, 1940 (Oficina por la noche)
Hopper pinta con gran destreza secuencias de lo que puede pasar en un día común y congela extraordinariamente esos momentos e instantes que se quedan para siempre en la retina del espectador. En cierta manera crea una intemporalidad. Es un pintor que, con una gran capacidad para transmitir sentimientos, fue un eliminador de todo lo innecesario. A través de la luz partía de una realidad y desde ahí creaba una abstracción de esa realidad. La luz se convierte en un elemento estructural clave para contar la historia…
Edward Hopper ha llegado a ser un imprescindible referente para los creadores de imágenes, porque él puso de manifiesto que las imágenes parten del mundo real, de las cosas que nos rodean y son al mismo tiempo, expresión de un mundo interior íntimo. El concebía a sus personajes como si fueran los personajes de una película. Sin la iluminación ni los escenarios del cine logró lo más difícil: Dar forma al universo interno de sus personajes.
Automat, 1927 – Hopper / Filme:Anna Christie de Clarence Brown, 1930
En la “Otra cara del crimen” de James Grey (2000) hay una escena de un hombre al pie de la cama como Hopper la pintó en “Excurssion Philosophy”.
El mayor misterio comienza frente a la evidencia.
– Edward Hopper
Excursion into Philosophy, 1959 (Digresión filosófica)
Las pinturas de Hopper presentan un aspecto sugerente, se limitan continuamente y de esta manera, siguiendo las pistas dejadas por el artista, se intima al espectador a buscar respuestas para intentar completar la narración y contar una nueva y particular historia. Este elemento de su arte trascendería de manera significativa el papel que el espectador tiene en la comprensión de la obra de arte.
“Early sunday morning» 1931 es una de sus obras que puede ubicarse dentro de los paisajes urbanos, en ella se puede sentir como una cosa inanimada cobra vida: el poste delante de la barbería. Está en un lugar casi fantasmal, no se sabe muy bien que es lo que significa, pero es como si estuviera haciendo algo intenso; también eso es parte de su complejidad…
Early Sunday Mornig, 1931 (Domingo temprano por la mañana)
El referido artista es quien logra capturar maravillosamente el pulso psicológico de la noche en un lugar y época concretos, la Norteamérica de mediados del siglo XX, convirtiendo sus imágenes en verdaderos íconos de la modernidad y delatando en ellos la soledad urbana. Cuadros como “Chop Suey” o “Nighthawks” (“Halcones de la noche”) –inspirado por “Los asesinos”, escrito por Hemingway en 1927- han contribuido a causar la idea de que Hopper es la quinta esencia del cine negro en la pintura, ambas llevadas al cine en “To Kill a Mockingbird” (Matar a un ruiseñor) de Robert Mulligan, 1962 ; en“Pennies from Heaven” (Dinero caído del cielo) de Herbert Ross, 1981; “The End of Violence” (Al final de la violencia) de Wim Wenders, 1997 0 en “Road to Perdition” (En camino a la perdición) de Sam Mendes, 2002.
Chop Suey, 1929.
Según el estudioso de arte David Anfam, un detalle sorprendente de Chop Suey es que la mujer a quien vemos de frente se confronta a su “doppelgänger” (cualquier persona que se parezca física o conductualmente a otra persona). Bien puede ser, usan hasta sombreros similares, como si fueran gemelas, aunque es presuntuoso señalar dobles cuando uno de los rostros no es visible. Conociendo un poco más a Hopper es posible afirmar que la pintura alude un tema interior, no es el lugar sino las personas resaltadas por los efectos de la luz.
Nighthawks, 1942 (“Halcones de la noche”)… Brillan las luces de la gran ciudad, pero no para esos interiores de los personajes que muestran los cuadros de Hopper. Sus personajes parecen ya no creer en nada más. Exteriorizan su soledad.
.
Filme: The End of Violence, 1997 (El final de la violencia) de Win Wenders
.
El tema acerca del interior humano -extraordinariamente plasmado por el artista neoyorkino- llevó a la revista Time en agosto de 1995 que eligiera para una portada -con el título “El Blues del siglo XX”– uno de sus cuadros, ya que el artículo analizaba la epidemia de las “enfermedades modernas” derivadas de la soledad como el estrés, la depresión, la ansiedad.
Hopper utiliza la imagen de la mujer como metáfora de su propio mundo interior, de sus emociones y sentimientos. Personajes femeninos maravillosamente descriptos, bien vestidas, pero denotando su gran vacío, su soledad, como si no fueran libres para dirigir sus propios anhelos y necesidades. Cada obra cuenta una historia en la cual el espectador escribe un final propio.
Jo, la esposa de Hopper, aparece en sus pinturas representando diferentes papeles, como si de una actriz se tratara. Aparece de secretaria, como una desconocida en el vestíbulo de un hotel, de acomodadora de un cine que, cansada, se apoya en la pared debajo de una lámpara; pero al contrario que en el teatro, los personajes de Hopper no hablan, una vez más aparecen ensimismados. La representación de la soledad, tal como la viven a veces las personas de la gran ciudad, era tal vez aún más importante para el pintor que la propia luz, su preciado recurso…
New York Movie, 1939 (Cinema en Nueva York)
“En todo gran cuadro hopperiano –apunta Robert Hughes, escritor y crítico de arte australiano. – está presente la sensación de tiempo detenido, de escenario teatral, como si el telón apenas se hubiera levantado y aún no arrancara la acción”. “Es inusual que un pintor ofrezca tan sorprendente oportunidad literaria, participando en la acción plástica y logrando que el tiempo plástico fluya”. Ahí encontramos a René Magritte, Andrew Wyeth y Eric Fischl, cuyas obras también poseen una fuerte carga narrativa. Artistas que, por cierto, mantenían correspondencia con Hopper.
En 1995, el Whitney Museum of Modern Art de Nueva York presentó la exposición titulada “Edward Hopper and the American Imagination”. La muestra incluía dos mil quinientos óleos, dibujos y grabados en una especie de simbiosis pintura-escritura, con textos de autores que van desde Norman Mailer a Paul Auster y de Ann Lauterbach a William Kennedy. Hudghes diría luego que “se propuso una armonía paralela a los cuadros, no historia ni crítica de arte sino analogías literarias”. Analogías que antes del pintor neoyorquino nadie había capturado. Ahora – indicaba también Robert Hughes– “ese desolado esplendor americano uno no puede ver sin ver a Hopper”.
Edward Hopper observa sus personajes sin que ellos se den cuentan. Es el placer de mirar sin ser vistos, una perspectiva frecuente desde sus inicios. El cineasta Hitchcock, como Hopper, nos lo muestra en el filme “La Ventana indiscreta” de 1954 o “Vértigo” de 1968 y más directamente en el caso de “Psicosis” de 1960, en donde nos ofrece la referencia más célebre de Hopper, “House by the Railroad” (La casa junto a las vías del tren). Primera obra de Hopper que compra el Museo de Arte de New York, el MOMA. Es una casa aislada, siniestra o decadente como la mostró el fotógrafo Néstor Almendros en el filme “Días del cielo” dirigido por Terrence Malick en 1978 y por el que recibió el Premio Oscar a la mejor fotografía.
Night Windows, 1928 (Ventanas de noche) de Hopper y el filme Rear Window, 1954 (La ventana indiscreta) de Alfred Hitchcock
Imagen superior: “House by the Railroad”, 1925 (Casa junto a la vía del tren) de Hopper… La casa en medio de ningún lugar y junto a la vía del tren…
Imagen inferior: El filme “Days of Heaven” (Días del cielo) de Terrence Malick, 1978
Un aspecto que conecta la obra del pintor con esa corriente cinematográfica es la sugerencia de sus lienzos, sugerir más que mostrar. Renunciar a lo explícito y apelar a la imaginación del espectador. Esos rostros que miran hacia algo o alguien situado fuera de los límites del cuadro nos recuerdan a grandes momentos de tensión en el cine en los que un sonido o una sombra nos indican la presencia de algo o alguien fuera del plano, como en “EL Hombre Leopardo”, 1943 de Jacques Tourneur o en los clásicos del cine negro que tanto agradaban al Hopper más cinéfilo como “El misterio del miedo”, 1944 de Fritz Lang.
“Creo que Hopper comprendió muy bien lo referente al cine. El cine es el arte de la apariencia de la realidad, es una fabricación y como en el cine, Hopper no duda en tomar elementos de la realidad para crear su propia ficción. Esta idea ha tenido mucha influencia en los cineastas porque el cine funciona mejor con metáforas que transforman el mundo externo en un mundo totalmente interno, en un mundo íntimo. Algo que también tiene en sus imágenes es que cada uno de los elementos se complementan para formar un todo, la luz, el color, la distancia que separan las figuras. Todos los elementos que van definiendo sus personajes forman parte de su narrativa y ese es un mecanismo que buscamos los cineastas” (Edward Lachman, director de fotografía)
Desde Alfred Hitchcock hasta David Linch con su película “Terciopelo azul”, por ejemplo, o “Lejos del cielo” de Todd Haynes, nos damos cuenta de la enorme influencia que ha tenido la obra de Edward Hopper en el séptimo arte, sobre todo en el cine en donde el aislamiento, lo espeluznante que sucede en medio de una escena muy normal se conecta sensiblemente con cada detalle de los cuadros de Hopper; desde los ojos negros que no tienen vista de sus personajes femeninos hasta lo grotesco, lo surreal o como decía Todd Haynes, nos conecta hasta con “La pesadilla durmiendo en las esquinas del marco”.
Summer Interior, 1909 – Hopper / Filme: Blue Velvet, 1986 – David Lynch
Hopper deja su impronta en todos aquellos cineastas que como el director de “Terciopelo azul” y “Muholland Drive” retratan las sombras que se esconden tras aparentes escenas idílicas. Submundos de violencia y sufrimiento bajo una falsa armonía.
Las imágenes superiores del siguiente bloque son del filme “Psycho” (Psicosis) de Alfred Hitchcock, 1960. Elogiada como una obra de arte cinematográfica y una de las mejores películas de Hitchcock. La película se ha convertido en un clásico del cine de terror y suspenso, en parte gracias al guion de Joseph Stefano. Se basa en la novela del mismo nombre de Robert Bloch, que a su vez fue inspirada por los crímenes de Ed Gein, un asesino en serie de Wisconsin.
Imágenes inferiores: del filme “Mulholland Drive” de David Lynch, 2001. La historia problemática de Mulholland Drive, bajo su apariencia de sueño, es una brillante crítica de Lynch sobre las maquinaciones de Hollywood, apenas si parecen coincidencias…
American Gothic, 1930
“Creo que si algo está claro en Hopper es lo gótico. A veces sus cuadros funcionan como una idea soñada de América, pero hay algo en esos cuadros que está asechando, algo muy real que está relacionado con la realidad del miedo, la superstición, las tradiciones y con la religión. La película “La Sombra de una duda”, 1943 de Hitchcock con todas las tradiciones que sobreviven a esas comunidades aisladas y que el espectador puede llegar a sentir, revela la influencia hopperiana, no solo en sus cuadros y composiciones sino en algo inherente que va más allá de lo puramente visual” (Todd Haynes, cineasta independiente norteamericano).
En las sociedades actuales, la soledad se ha convertido en una epidemia como consecuencia de un sistema donde los valores como “la solidaridad” o la colaboración han sido remplazadas por una ideología individualista que va unida a la revolución del consumo, de la competición y la ambición desmesurada. Esta ideología individualista, que transforma la vida equivocadamente, confunde la realización personal, el respeto, la singularidad y fomenta la creencia de que las personas son entes aislados que pueden sobrevivir anímicamente en desconexión con su entorno, su lema dice: “Es suficiente con que no se desvanezca la sensación de existencia”.
El ser humano es sociable por naturaleza desde su origen. Biológicamente es imposible un ser humano excluido de la sociedad. A través de los tiempos se constituyó en grupos para sobrevivir, no sólo física sino psicológicamente. Un hombre solo esta indefenso, camina con temor y pierde hasta su propia identidad. Todo eso está impregnado en la obra del brillante artista neoyorquino, Edward Hopper. El pintor elige la civilización en oposición a un paisaje salvaje y a la naturaleza en estado puro. Sus personajes siguen con vida y denuncian silenciosamente que están perdidos en la gran ciudad; el resplandor se percibe, pero no para esos interiores que representan a incontables almas en la actualidad…
Morning in a City, 1944 / Hotel by a Rail Road, 1952 / People in the Sun, 1960
New York Office, 1962 / Two Comedians, 1965
El gran arte es la expresión exterior de una vida interior en el artista.
– Edward Hopper