El Séptimo Sello, de Ingmar Bergman: Jaque mate
Por Ysi Ortega
No hay otra forma de arte que vaya más allá del conocimiento ordinario como lo hace el cine, directo a nuestras emociones, profundamente al cuarto oscuro del alma.
– Ingmar Bergman
– ¿Quién eres tú?
– La muerte
– ¿Es que vienes por mí?
– Hace ya tiempo que camino a tu lado
– Ya lo sé
– ¿Estás preparado?
– El espíritu está pronto, pero la carne es débil
(Diálogo en el inicio del filme El Séptimo Sello)
El Séptimo Sello (1957), magistral obra del cineasta sueco Ingmar Berman, desde su título nos acerca a uno de los temas más trascendentales del hombre: el fin de los tiempos, la muerte. Su relación con el séptimo sello bíblico recuerda lo que se narra en el libro “Apocalipsis” (término que proviene del griego apokalupsis, que significa revelación o descubrimiento), último libro de la Biblia y único libro profético del Nuevo Testamento. El autor de este libro, es el apóstol Juan quien, encontrándose exiliado en la Isla de Patmos alrededor del año 95 D.C. recibió una visión de las cosas «que fueron», «las que son» y «las que serán».
El tema es de gran interés ya que se refiere a las profecías relacionadas con el futuro de la humanidad. En los «siete sellos» del libro Apocalipsis encontramos los juicios que son el resultado de la actividad intencionada del hombre debido a su alejamiento de Dios, confirmando que «toda acción trae una reacción». La apertura del temible y último “séptimo sello” – documento que Jesucristo porta en sus manos– comienza nada menos que con un gran silencio celestial. “Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora” (Apocalipsis 8:1). Algo así como “la calma antes de la tormenta” o una pausa para la acción. La solemnidad de este pasaje apocalíptico se recordará casi al final del magnífico filme de Ingmar Bergman, momentos antes de encontrarse cara a cara a la Muerte.
El séptimo sello bíblico comprende a las siete trompetas y la séptima trompeta contiene las siete copas. El libro Apocalipsis, representa al título de propiedad de todo el Universo. El séptimo sello representa el Día del Señor y es en realidad el tema principal del libro. Es el tiempo en que Cristo intervendrá para quitar el control del mundo a satanás y a sus rebeldes líderes humanos que le siguen y establecer su Reino aquí en la tierra. Se ha cumplido el tiempo entre la gracia (tiempo de espera) y el juicio, “El Señor es lento para la ira y abundante en misericordia y verdad” (Éxodo 34:6).
El séptimo sello desencadenará una serie de eventos que traerán consigo muerte y destrucción. A pesar de las catástrofes que se anuncian en este libro, también se revela un gran mensaje de esperanza, de amor y de justicia. “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” (Apocalipsis 21:4). Cabe decir, que el libro Apocalipsis se comprende mejor leyendo los 65 libros anteriores, sobre todo el Génesis y los proféticos, revisando las profecías cumplidas y su relación directa con las de este libro.
APOCALIPSIS – Oskar Kokoschka
Una de las inspiraciones del brillante cineasta Ingmar Bergman es el pasaje bíblico sobre el “séptimo sello” del Apocalipsis junto al cuarto jinete llamado “Muerte” (descrito en el cuarto sello), quien monta el caballo amarillo y desata pestes, enfermedades a gran escala, epidemias y pandemias, debido a las guerras y al hambre. La otra referencia que aparece en la obra es uno de los sesenta y seis frescos medievales pintados por Albertus Pictor (Alberto el pintor) en la pequeña Iglesia de Täby en el siglo XV, a unos quince kilómetros de Estocolmo. En dicho fresco vemos a la muerte jugando al ajedrez con sus víctimas. En ambas inspiraciones, Bergman sitúa a la “Muerte” como protagonista, un arquetipo fundamental que subyace, dialoga, interroga, asusta, alecciona, espera pacientemente y, con toda seguridad, aparece.
“Así la muerte es el arquetipo más conciso de la vida, o bien la vida es restituida a su más concisa figura en la muerte. Por eso ha sido siempre tan importante para aquellos que piensan de verdad sobre la vida humana, contrastar muchísimas veces, recurriendo a este conciso arquetipo, lo que han comprendido acerca de la vida. Porque ningún pensador puede con la vida tal y como lo hace con la muerte…” (Kierkegaard “Las obras del amor”)
EL SÉPTIMO SELLO es una de las películas emblemáticas de Ingmar Bergman. En ella vuelve a afrontar algunos de los temas abordados por el anteriormente, como el sentido de la vida, la muerte, la búsqueda, la negación, el silencio de Dios y el amor, entre los principales. Cada escena se desarrolla en bellísimas imágenes en blanco y negro –a modo de un tablero de ajedrez- y son además, de una poesía y una belleza impresionantes. La puesta en escena y la dramatización de los diálogos llevan la firma de un Bergman que provenía del teatro. La película se aparta del convencionalismo al plantear el dualismo entre la fe y la razón, acaso, escenificando tanto las creencias más recónditas de Bergman como sus dudas más recientes. Sus personajes –con una estética y un discurso muy cuidado– son las voces de distintas perspectivas. Bergman no niega, no confirma, ni juzga, solamente examina e interroga.
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El filme narra la historia de Antonius Block (Max Von Sydow), caballero sueco que, acompañado de su escudero Juan (Gunnar Björnstrand) retorna de una de las Cruzadas a su pueblo y lo encuentra desbastado bajo el azote de la peste negra y de la ignorancia. Se alcanza a escuchar una voz en off que recita unos conocidos versículos del Apocalipsis en los cuales el Cordero abre el “séptimo sello”. Enseguida, vemos a ambos descansando en una playa, escena majestuosa en la que un gran plano expresa la inmensidad del cielo y del mar en contraste con la pequeñez del hombre. Vemos lo minúsculo y lo absoluto, aun así, ante esa inmensidad el hombre se alza como una síntesis de finitud e infinitud. Muchas de las imágenes provienen de la infancia del cineasta junto a su padre (pastor luterano, escuchándolo predicar en los pueblos a donde iban). Bergman imprime una visión personal en todo el montaje de la película, al mismo tiempo que éstas resultan precisas y armoniosas, como si hubiera dibujado cada acto previamente, tal como lo hacían Fellini, Hitchcock o Eisenstein. En ese soberbio escenario, súbitamente, aparece la Muerte dispuesta a llevarse a Antonius.
La Muerte, personificado por el actor sueco Nils Bengt Folke Ekerot
La Muerte aparece imponente, espléndidamente representada. Para su sorpresa, el caballero la reta a una partida de ajedrez. Si gana, la muerte lo dejará vivir. Ese tiempo extra, mientras dura la partida, le serviría para buscar una revelación o las respuestas necesarias que le permitan -si eso fuera posible- no tenerle tanto miedo a la muerte; para volver a creer en un más allá y en un dios que le dé un sentido al milagro de la vida. En este marco se da inicio la partida de ajedrez en la cual, evidentemente, el caballero tiene la seguridad de que va a ser el perdedor. Las escenas de esta partida son notables, moderadas y cruciales, como pocas otras en el “séptimo arte”. La partida de ajedrez será el hilo conductor de la película, cada hecho será precedido por un movimiento y el jaque mate significará el final de la cinta.
Sabemos que competir con la muerte es un juego que de todas formas vamos a perder, aun así ponemos empeño y usamos nuestra creatividad e inteligencia para ganarle días a la vida – como hace el caballero en el filme – para encontrarle sentido y respuesta a tantas inquietudes no resueltas como el hambre, la guerra, la enfermedad, la injusticia, la vanidad, la estupidez, etc. Pero también, saber qué nos ocurrirá después de partir de esta vida…
Una sobresaliente escena es el diálogo entre la Muerte (en el lugar del confesor) y Antonius Block en el que se plantea la temática central alrededor de la cual gira la película, es la Muerte en persona interrogando a la propia vida, a la de uno mismo. Toda la película es profundamente moral, psicológica y filosófica, permitiendo que el personaje Antonius ponga en relieve el tormento que padecen los seres humanos en todas las épocas. Este diálogo-confesión nos coloca ante ese «darse cuenta» que se hace tan aterrador a Antonius: “Mi vida ha sido un continuo absurdo” . El caballero no solo se da cuenta que ha malgastado su vida, sino que en el andar de su cuestionamiento nos sumerge con él a un punto más trascendente aún, cuando dice:
– “Quiero que Dios me tienda su mano, vuelva su rostro hacia mí y me hable (…) Clamo a Dios en la tinieblas y no hallo a nadie”
– La Muerte le responde: “quizás no haya nadie”.
– “Pero entonces la vida perdería todo su sentido. Nadie puede vivir mirando hacia la muerte y sabiendo que camina hacia la nada”….
Este diálogo es edificante acerca de la manera en que el relato se acerca al asunto del “silencio divino”. Para Antonius, aún más que su propia falta de sentido, le surge una profunda necesidad de tener “garantías”. Garantías sobre su continuidad en el más allá…
Este sentir muy humano del caballero Block lo manifestó también, en su momento, Nietzsche. Tanto en la Gaya Ciencia como en Así hablo Zaratustra, el filósofo manifiesta sin reservas una sed de lo infinito, de la permanencia. En ambas obras trata sobre el sentido de la existencia y su búsqueda lo lleva a “construir nuevos valores”, los mismos que solo lo conducen a terminar con el mismo problema. El eterno retorno es la consideración circular del tiempo. Cada cosa que existe, cada instante que se ha producido, ha existido ya y se producirá infinitas veces. Supone convertir la brevedad del instante en eternidad, razón por la cual hay que vivir bien. Para ello, Nietzsche necesita atribuirle el rasgo de eternidad que la metafísica atribuye al “mundo verdadero”. Con El eterno retorno hace su gran intento de acercarse a la imagen que tiene del eterno Dios, una imagen y un sentir imposible de eliminar por completo del alma humana: “También nosotros los actuales hombres del conocimiento, nosotros los ateos y anti-metafísicos, también nosotros extraemos nuestro fuego de aquella hoguera encendida por una fe milenaria, por aquella fe cristiana que fue también la fe de Platón, la creencia de que Dios es la verdad, de que la verdad es divina…” (La gaya ciencia- Nietzsche). Por su parte, Antonius en su confesión dice con angustia: “… ¿Por qué no lo logro matar a Dios en mí? ¿Por qué sigue habitando en mí ser? ¿Por qué sigue siendo a pesar de todo una realidad que se burla de mí y de la cual no me puedo liberar?…”
Otra brillante escena del filme es la que expresa el sentir intenso de Antonious ante “la nada”. En ella hay una joven mujer condenada a la hoguera por haber sido denunciada por brujería. Nada más conmovedor que el mirar los ojos de aquella mujer que parecen ver la única certidumbre con la que cuenta: la muerte ha llegado y es el fin de todo. Para Antonious es la impotencia y desesperanza por no haber logrado, ni siquiera a través de ella, (representante de satanás) saber si Dios existe y qué hay más allá…
El caballero sueco, Antonius, es acompañado por su fiel escudero Juan, un hombre leal, honesto, compasivo y con “sabiduría popular”, pero además, arrogante y materialista. Juan intenta hacer justicia en la tierra, aquí y ahora, trata dentro de sus posibilidades dar respuestas a los interrogantes surgidos durante todo el tiempo vivido. Antonious es un ser descreído que necesita creer, su escudero –podríamos decir– es su conciencia crítica. “La Muerte existe, pero no sabe nada, la Muerte sólo cumple con su trabajo”, dice. En la escena del diálogo entre el escudero con el pintor de la iglesia, Juan –muy a su estilo – analiza y se ríe de los mitos de la iglesia y del motivo por el cual él y su amo participaron de las cruzadas. Juan, es el que mejor representa al nihilismo en la cinta de Bergman. Nihil: nada. Actitud vital y filosófica que niega todo valor a la existencia o que hace girar la existencia alrededor de algo inexistente. Los ideales, los valores, los principios, las reglas, todos quedan en el limbo y la relación entre Dios y el hombre se rompe. Nos vuelve a recordar a Nietzsche quien sueña con el fin de la religión, la muerte de Dios y la venida, no del Hijo del Hombre celestial, sino del superhombre terrestre.
Mientras la partida de ajedrez se desarrolla vemos que el caballero medita, reza, va a la iglesia buscando una respuesta, se confiesa con un cura (que es la misma Muerte usurpando el lugar del confesor), habla con la bruja, busca por todos los lugares posibles algo que le dé sentido a su vida en el poco tiempo que ha logrado ganar. En ese peregrinar por su pueblo, el caballero conoce a la familia de juglares compuesta por José, María y Miguel, el hijo de ambos, un hermoso niño quien logra hacerle sonreír por vez primera. Estos tres personajes de la familia de juglares, nos recuerdan a la sagrada familia. El niño Miguel, se parece al de la visión que había tenido José de la Virgen María enseñándole al Niño Jesús a caminar.
Para mitigar las presiones cotidianas de la vida, los seres humanos apelamos a la risa, a la comedia, al arte. En el filme aparecen José (el mejor representante de la fe en la película) y María, actores ambulantes que con su arte pacifican la inclemencia que se vive por esos días. Imágenes de esa inclemencia incluyen la quema de mujeres condenadas a la hoguera por brujería; violaciones de mujeres indefensas; hombres llenos de hipocresía y otros, como los flagelantes en procesión que se azotan para escapar de la peste (practicando un cristianismo anti-bíblico). Todo esto en una especie de partida paralela de ajedrez contra la Muerte.
El caballero comparte una simple comida, como fresas silvestres y leche con esta sencilla, joven y amorosa familia. Se trata de la escena más bucólica, poética, luminosa y vivificante de la película. En una atmósfera totalmente natural, con el canto de los pajarillos, el coloquio se simplifica, las dudas se apaciguan. Entre una comida al aire libre y la generosidad del matrimonio anfitrión, Antonious parece encontrar el significado de lo que busca. Se puede ver un rostro obteniendo algún tipo de revelación que le va a aliviar el espíritu. Parece descubrir que el Dios que busca está en las cosas más sencillas de la vida y que en ello hay más profundidad y sentido que en todas sus preguntas. La fragilidad de la existencia humana, muchas veces obliga al hombre a valorar aquello que antes quizás menospreciaba o simplemente pasaba por alto. El caballero parece identificar lo divino con lo más excelso del alma humana, “Algo de Dios habita en todos nosotros”, afirmaba San Agustín. Lo cierto es que después de este tiempo de comunión con los juglares, el caballero se siente bien, se siente fuerte y está dispuesto a perder la partida intencionalmente ante la muerte. En dicha escena, arrojará deliberadamente las piezas de ajedrez, distrae a la Muerte y así permitirá que la familia de juglares escape de su dominio y se salve. El caballero le dirá a la Muerte en ese momento que, por fin había hecho su buena acción.
Los personajes, José y Antonious evidencian una base filosófica para hablar sobre la fe y la razón, respectivamente. Por aquellos tiempos, el cineasta estaba influenciado por Kierkegaard (teólogo, filósofo, crítico literario, psicólogo y poeta danés del siglo XIX), a quien se le sitúa en la línea del pensamiento místico de la gran tradición. Es reconocido como el padre del “Existencialismo”. Dos de sus ideas más conocidas son la “subjetividad” y el “salto de fe”. Es así como se entiende que los dos personajes, en un mismo escenario, transitan caminos opuestos. José, tiene una gran Fe y es un idealista, mientras que Antonious desea lo mismo pero no puede: “¿Que será de nosotros, quienes queremos creer pero no podemos?”
En el filme El Séptimo Sello, la filosofía de Kierkegaard aparece como una verdad que solo se establece como tal, al convertirse en vida como una experiencia concreta de la misma verdad teórica: “La verdad no está para que sea conocida sino para estar en ella”. Su filosofía es fundamentalmente espiritual. El nivel más alto y más perfecto de esa verdad que busca es una existencia verdaderamente humana. Para Kierkegaard existir es existir ante Dios. Esta filosofía habla de la trascendencia de la vida, coloca a Dios como la causa eterna de todo cuanto existe y subraya el valor de la comunicación y el amor interpersonal, los mismos que “solo se pueden lograr imitando a Cristo”, afirma.
Kierkegaard revela el pecado de la Cristiandad: llamarse cristiana sin serlo. En “Ejercitación del cristianismo” (1850) denuncia a las jerarquías eclesiásticas, así como en la revista que fundara “OeJeblikket” (El Momento) en la que delata a los eclesiásticos, les acusa de herejes a su causa y de estar influidos por el hegelianismo, filosofía que, segun Kierkegaard, pasaba por alto la vida concreta y respondía al sistema. Kierkegaard pensaba que la vida no es mediación y desenvolvimiento dialéctico, que la vida es paradoja y contraste, no procede por síntesis sino por elección y lo que existe en ella no es el absoluto sino el individuo y sus elecciones. Desde un punto ético trata de abarcar aquello que está más allá de su alcance. Expuso básicamente tres estadios de vida: el estético, el ético y el religioso, entre ellos no había mediación posible, solo riesgo, salto, decisión. Habla de cristianos de partida de bautismo, pero no de nuevo nacimiento. Enfatiza que a Cristo no se le sigue como «sociedad» (en rebaño) sino como individuo, dice: “Deja de ser un número y sé tú mismo», un pensamiento desafiante para la costumbre de esos días. «La raza humana, el notable rasgo de que, justamente porque cada individuo está creado a imagen de Dios, el individuo único es superior a la especie» (Kierkegaard-Diario, 1850).
El personaje José de la película El Séptimo Sello es el que simboliza lo que Kierkegaard expuso sobre la Fe: “Decidirse a creer es correr el riesgo de que pudiera ser un error, y con todo querer creer, de otra forma no se cree”. Dice que la fe es una relación personal entre el individuo y el tú absoluto que lo interpreta. Esa relación es resignación y confianza infinitas. Su pensamiento sobre la fe puso en primer plano al individuo concreto, singular y sufriente, capaz de asumir su subjetividad como su única verdad y su relación con Dios como un salto al abismo de la “nada”. Esa exposición es la angustia misma que revela su libertad, su responsabilidad y el riesgo ineludible de elegirse así mismo a cada paso.
El Séptimo Sello de Bergman plasma una visión de la Edad Media considerando al ser individual en sus vivencias de la época, pero también, nos invita a profundizar en las interrogantes que surgen en la obra y siguen estando presentes en el hombre de hoy: la creencia en lo divino como una necesidad humana, “¿Por qué me acompaña humilde y afligido a pesar de mis maldiciones que pretenden eliminarlo de mi corazón? (Antonious). La trascendencia del alma; el miedo a la muerte y, si nos acercamos un poco mas a nuestro tiempo, el temor a los sucesos del “séptimo sello del Apocalipsis” en el que se inspiró el cineasta sueco, no parece estar muy lejos del presente en que vivimos. “La peste”, hoy está en todas partes y los pocos que detentan el “poder” son los aliados de La Muerte. Muerte, representada por las guerras, genocidios, hambrunas, miserias y, también, en formas más sutiles como los recortes sociales, educativos y a la salud pública. Vivimos un progreso falso, cada vez son más crudos y potenciados los males en el mundo….
Bergman refleja en esta gran obra, una infructuosa búsqueda de la existencia de Dios a través de la razón. El tema espiritual (religión) cuando no es una válvula de escape para los temores individuales puede ser una fuente de sentido para el ser humano y esa verdad se muestra por intermedio de personajes como José y María. Bergman denota un esfuerzo por descubrir en la relación humana sincera, la esencia divina. Al mismo tiempo, se acerca en gran medida al hombre actual, al representar en varios de sus personajes al hombre desconcertado y sin una clara dirección.
“Todo hombre muere. No todo hombre vive realmente” (William Ross Wallace)
La vida es una ininterrumpida e intermitente sucesión de problemas que sólo se agotan con la muerte.
– Ingmar Bergman
El Séptimo Sello: Jaque mate – Ya no temo nada.
Al final de esta espectacular película podemos ver un acentuado contraste entre la presencia física de la muerte apropiándose de vidas humanas y, en contraste, la salvación a través de las vidas de José, María y Miguel. “La fe es la pasión por lo posible y la esperanza es el acompañante inseparable de la fe” (Kierkegaard). José habría escuchado decir: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos: 11:6). Vemos a modo de una representación visual: la angustia y la esperanza.
La Muerte, solo aparentemente, prevalece con su solemne danza, su guadaña y su reloj de arena…