El Poder del Miedo
Por Ysi Ortega
“El Viejo mundo se muere y el nuevo tarda en aparecer. Y en ese clarooscuro surgen los monstrous” (Antonio Gramsci)
La palabra Miedo, derivada del latín metus, -us ‘miedo’ es exclusiva del castellano y del dominio gallego-portugués “medo”. La etimología del latín metus es oscura y no tiene ningún parentesco conocido con otras lenguas indoeuropeas. El miedo es el trastorno angustioso del ánimo ante un riesgo o daño interior o exterior, real o imaginario (neurótico) con capacidad para alterar el comportamiento. En psicología se asegura que la tensión de alerta causada por el miedo es necesaria para vivir, así como lo es el dolor, ya que ambas sirven para superar los peligros reales. Las consecuencias de padecer miedo son muy diversas, pero una exposición repetida a los estímulos que causan miedo puede provocar cambios duraderos en la conducta, en los sentimientos y en el funcionamiento psicofisiológico de las personas.
La manifestación fisiológica del miedo se da en el cerebro, concretamente en el cerebro reptiliano y en el sistema límbico. El cerebro está permanentemente escaneando a través de los sentidos todo lo que sucede alrededor de la persona, incluso cuando duerme. Si en algún momento detecta un peligro, se activa la amígdala cerebral –situada en el lóbulo temporal– y se producen cambios físicos inmediatos que pueden favorecer el enfrentamiento, la parálisis o la huida. Podríamos decir que el miedo es un mecanismo de defensa que está en el acervo genético de nuestra especie como forma de protección.
En el hombre, el miedo depende de la situación y de la propia personalidad. Es posible que el miedo nos lleve a limitar e impedir la realización de algo que podría hacerse o, por lo contrario, puede llevar a actuar impulsivamente sin detenernos a pensar si esa es la mejor opción de la cual uno dispone. Existe miedo real cuando su alcance está en correspondencia con la dimensión de la amenaza. Existe miedo neurótico cuando la intensidad del ataque de miedo no tiene ninguna relación con el peligro. Ambos, miedo real y miedo neurótico, además del miedo moral, fueron términos oportunamente definidos por Sigmund Freud en su Teoría de la Personalidad.
En la actualidad existen dos conceptos diferentes sobre el miedo y que corresponden a las dos grandes teorías psicológicas sobre el tema: la psicología profunda y el conductismo. Según el concepto de la psicología profunda el miedo se adjudica a un conflicto básico inconsciente no resuelto. En el modelo del conductismo, en cambio, es completamente distinto, el miedo es algo aprendido.
Nos damos cuenta, entonces, que el miedo no siempre es el espejo de algo real. Muchas veces se teme a algo que no existe y que es producto de la imaginación o de algo prefabricado para obtener algún beneficio personal del que lo ha provocado. Martín Seligman en su teoría sobre “La preparación de la Fobia” (temor exagerado) sostiene que es más fácil aprender unos temores que otros.
En su sentido básico, el miedo es una reacción de protección ante estímulos peligrosos, pero el ser humano debido a su forma de vida, saca de contexto el carácter innato del miedo y lo interpreta en formas similares sin esa función protectora. Es así como el miedo llega a ser un arma muy eficaz para la manipulación de una persona o de un incontable grupo de personas.
Desde el ámbito de la ciencia política y la filosofía, el miedo se ha identificado como una de las características de la sociedad postmoderna.
En el documental “Bowling for Columbine” , dirigido y producido por Michael Moore, el cantante Marilyn Manson hace una breve reflexión sobre la relación que el miedo tiene con el consumismo de “noticias” y con el otorgamiento de atribuciones al poder político más allá de la justicia y la libertad para recibir a cambio orden y paz. El miedo, dicen los estudiosos, es el arma que desarticula cualquier forma de resistencia colectiva.
En diferentes momentos de la historia humana, tanto la psicología como la antropología social se han dedicado al estudio y análisis del efecto del miedo en la sociedad. Estas investigaciones dan a conocer que ante el miedo, el ser humano reacciona reinterpretando la realidad inmediata, conduciéndolo hacia un cambio de conducta caracterizado por la subordinación al orden establecido y que puede llegar a convertirse en obediencia ciega o un acercamiento dócil (vasallo) a la autoridad, la misma que en teoría es responsable de defender su integridad. De esta manera, cualquier acción que realice el Estado dirigida a restablecer la paz perdida – en economía, etnocidios, militarización, violaciones a los derechos humanos, desaparición de garantías individuales, terrorismo, etc.- es aprobada con vehemencia(apasionamiento) por la sociedad.
Ellos mandan hoy… porque tú obedeces!
– Albert Camus
Los gobiernos dictatoriales y en un pasado más reciente algunas “democracias” autoritarias tienen una historia común. Llegan al poder en tiempos de acelerada descomposición social, la cual es muy bien aprovechada por el poder, utilizando el miedo como una de sus mejores armas. En tiempos en que la justicia, la paz y otros bienes de la vida social se ven amenazados, el miedo tiene su efecto más profundo. Cuando la incertidumbre sobre el futuro de un pueblo se propaga y el miedo se logra instalar en el diario vivir, la gente empieza a manifestar disposición para ofrecer casi todo lo que tiene a cambio de recibir orden y paz. Es cuando el pueblo comienza a clamar en la libertad que les ha sido concedida: “hágannos un salvador que nos conduzca”. Y no uno, sino varios, les son hechos.
Históricamente, los Estados totalitarios y fascistas han tenido como argumento elemental, mantener a costa de lo que sea un “orden” estricto y el control del comportamiento de la población, generando miedo para favorecer al gobierno en la implantación y gestión de sus políticas económicas, sociales, militares o judiciales.
“Entre la población siempre se debe mantener una imagen enemiga, para poder dirigirla y manipularla.” (Carl Schmitt, uno de los pilares de la teoría nazi y neo-conservadora)
En la era de la globalización, los medios de comunicación han abandonado su función informativa, se han incorporado al mecanismo del ejercicio del poder, priorizando la represión ideológica y en donde cualquiera puede sentirse amenazado sin ser parte de los problemas que divulgan. Su papel de eje desordenador de las subjetividades colectivas no solo llega a sembrar angustia, miedo y terror, sino que también, llega a criminalizar cualquier acción popular de los pueblos emergentes.
El discurso que roban los titulares de las primeras planas de los medios de comunicación ya lo conocemos, es sutil y perverso. Se proclama sin descanso la “unidad nacional”, “el cambio”; mensajes subjetivos que en el fondo buscan legitimar sus acciones aprovechando la circunstancia surgida del miedo social provocado. A estas alturas muchos estarán seguros que no conviene exponerse, que no conviene atentar contra el orden establecido, pero que además, “no conviene porque nos puede ir mal”.
Joanna Bourke autora de Fear: a Cultural History (El miedo: una historia cultural) revela que el miedo, como un sentimiento colectivo e individual, varía con las épocas y los contextos históricos.
Esta investigadora sostiene que el principal transmisor actual del miedo son los medios de comunicación de masas y eso precisa de la credulidad de la sociedad para que el pánico estalle. Uno de los casos estudiados por la autora es el pánico colectivo desatado por la retransmisión de “La guerra de los mundos” por Orson Welles en 1938, cuando una ficción radial sobre un supuesto ataque alienígena a la Tierra desató la alarma entre los estadounidenses. Burke recuerda que el precedente de ese experimento eclipsó lo ocasionado (miedo colectivo) por una emisión equivalente de la BBC realizada por Ronald Knox en el Reino Unido (1926).
La autora concluye en que el miedo es también un arma de dominación política y de control social. Son diversos los autores que denuncian el uso político del miedo como forma de control de la población y hacen hincapié en la creación de falsos escenarios de inseguridad ciudadana.
“¿Cómo sucedió esto? (la dictadura) ¿Quién tiene la culpa? Hay algunos más responsables que otros y tendrán que pagar. Pero si de verdad buscan al culpable, sólo necesitan mirarse al espejo. Sé por qué lo hicieron. Tenían miedo. Es comprensible: guerra, terror, enfermedad. El temor les corrompió la razón y el sentido común. El miedo les ganó y acudieron a la figura del ahora dictador, canciller Adam Sutler. Les prometió orden y paz a cambio de su consentimiento callado y obediente…” (de “V for Vendetta”)
En nuestros días hay un miedo generalizado a nivel mundial y es al que hace referencia el historiador Webber Tarpley cuando asegura que: “las élites minoritarias y la clase gobernante ven al terrorismo como el medio preferido, de hecho, el único medio para proveer cohesión social, proveyendo un margen para que la sociedad se mantenga unida. Y eso es algo muy peligroso, porque ahora significa que el orden social entero, los partidos políticos, la vida intelectual y la política en general, están basados en un mito monstruoso”.
Los tiempos actuales demandan que en lo posible nos adentremos en el conocimiento de los hechos, en el descubrimiento de la verdad. Ha sido dicho “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn8:32) y, está demostrado que el miedo es un arma eficaz para el control de la sociedad, pero además, es quizás una de las fuerzas más poderosas que atentan en contra de nuestra libertad, uno de los más preciosos dones concedido a los hombres……