Cantar de los Cantares, de Salomón
Por Ysi Ortega
Primer Canto
La amada
Ah, sí me besaras con los besos de tu boca
¡Grato en verdad es tu amor, más que el vino!
Grata es también, de tus perfumes, la fragancia;
tú mismo eres bálsamo fragante.
¡Con razón te aman las doncellas!
¡Hazme del todo tuya!… ¡Date prisa!
¡Llévame, oh rey, a tu alcoba!
Los amigos (coro)
Regocijémonos y deleitémonos juntos,
celebraremos tus caricias más que el vino.
¡Sobran las razones para amarte!
La amada
Morena soy, pero hermosa,
hijas de Jerusalén;
morena como las carpas de Cedar,
hermosa como los pabellones de Salmá.
No se fijen en mi tez morena,
ni en que el sol me bronceó la piel.
Mis hermanos se enfadaron contra mí,
y me obligaron a cuidar las viñas;
¡y mi propia viña descuidé!
Cuéntame, amor de mi vida,
¿dónde apacientas tus rebaños?,
¿dónde a la hora de la siesta los haces reposar?
¿Por qué he de andar vagando
entre los rebaños de tus amigos?
Los amigos
Si no lo sabes, bella entre las bellas,
ve tras la huella del rebaño
y apacienta a tus cabritos
junto a las moradas de los pastores.
El amado
Tú y tus adornos, amada mía,
me recuerdan a las yeguas enjaezadas
de los carros del faraón.
¡Qué hermosas lucen tus mejillas entre los pendientes!
¡Qué hermoso luce tu cuello entre los collares
¡Haremos para ti pendientes de oro
con incrustaciones de plata!
(…)
La amada
Yo soy una rosa de Sarón,
una azucena de los valles.
El amado
Como azucena entre las espinas
es mi amada entre las mujeres.
La amada
Cual manzano entre los árboles del bosque
es mi amado entre los hombres.
Me encanta sentarme a su sombra;
dulce a mi paladar es su fruto.
Me llevó a la sala del banquete,
y sobre mí enarboló su bandera de amor.
¡Fortalézcanme con pasas,
susténtenme con manzanas,
porque desfallezco de amor!
¡Ojalá pudiera mi cabeza
reposar sobre su izquierda!
¡Ojalá su derecha me abrazara!
El amado
Yo les ruego, mujeres de Jerusalén,
por las gacelas y cervatillas del bosque,
que no desvelen ni molesten a mi amada
hasta que ella quiera despertar.
Segundo Canto
El amado
Paloma mía, que te escondes
en las grietas de las rocas,
en las hendiduras de las montañas,
muéstrame tu rostro,
déjame oír tu voz;
pues tu voz es placentera
y hermoso tu semblante.
El amado y la amada
Atrapen a las zorras,
a esas zorras pequeñas
que arruinan nuestros viñedos,
nuestros viñedos en flor.
La amada
Mi amado es mío, y yo soy suya;
él apacienta su rebaño entre azucenas.
Antes de que el día despunte
y se desvanezcan las sombras,
regresa a mí, amado mío.
Corre como un venado,
como un cervatillo
por colinas escarpadas
Por las noches, sobre mi lecho,
busco al amor de mi vida;
lo busco y no lo hallo.
Me levanto, y voy por la ciudad,
por sus calles y mercados,
buscando al amor de mi vida.
¡Lo busco y no lo hallo!
Me encuentran los centinelas
mientras rondan la ciudad.
Les pregunto:
«¿Han visto ustedes al amor de mi vida?»
No bien los he dejado,
cuando encuentro al amor de mi vida.
Lo abrazo y, sin soltarlo,
lo llevo a la casa de mi madre,
a la alcoba donde ella me concibió.
El amado
Yo les ruego, mujeres de Jerusalén,
por las gacelas y cervatillas del bosque,
que no desvelen ni molesten a mi amada
hasta que ella quiera despertar.
Tercer Canto
(….)
El amado
¡Cuán bella eres, amada mía!
¡Cuán bella eres!
Tus ojos, tras el velo, son dos palomas.
Tus cabellos son como los rebaños de cabras
que retozan en los montes de Galaad.
Tus dientes son como ovejas recién trasquiladas,
que ascienden luego de haber sido bañadas.
Cada una de ellas tiene su pareja;
ninguna de ellas está sola.
Tus labios son cual cinta escarlata;
tus palabras me tienen hechizado.
Tus mejillas, tras el velo,
parecen dos mitades de granadas.
Tu cuello se asemeja a la torre de David,
Construida con piedras labradas;
de ella penden mil escudos,
escudos de guerreros todos ellos.
Tus pechos parecen dos cervatillos,
dos crías mellizas de gacela
que pastan entre azucenas.
Antes de que el día despunte
y se desvanezcan las sombras,
subiré a la montaña de la mirra,
a la colina del incienso.
Toda tú eres bella, amada mía;
no hay en ti defecto alguno.
Desciende del Líbano conmigo, novia mía;
desciende del Líbano conmigo.
Baja de la cumbre del Amaná,
de la cima del Senir y del Hermón.
Baja de las guaridas de los leones,
de los montes donde habitan los leopardos.
Cautivaste mi corazón,
hermana y novia mía,
con una mirada de tus ojos;
con una vuelta de tu collar
cautivaste mi corazón.
¡Cuán delicioso es tu amor,
hermana y novia mía!
¡Más agradable que el vino es tu amor,
y más que toda especia
la fragancia de tu perfume!
Tus labios, novia mía, destilan miel;
leche y miel escondes bajo la lengua.
Cual fragancia del Líbano
es la fragancia de tus vestidos.
Jardín cerrado eres tú,
hermana y novia mía;
¡jardín cerrado, sellado manantial!
Tus pechos son un huerto de granadas
con frutos exquisitos,
con flores de nardo y azahar;
con toda clase de árbol resinoso,
con nardo y azafrán,
con cálamo y canela,
con mirra y áloe,
y con las más finas especias.
Eres fuente de los jardines,
manantial de aguas vivas,
¡arroyo que del Líbano desciende!
La amada
¡Viento del norte, despierta!
¡Viento del sur, ven acá!
Soplen en mi jardín;
¡esparzan su fragancia!
Que venga mi amado a su jardín
y pruebe sus frutos exquisitos.
(….)
El amado
He entrado ya en mi jardín,
hermana y novia mía,
y en él recojo mirra y bálsamo;
allí me sacio del panal y de su miel;
allí bebo mi vino y mi leche.
Los amigos
¡Coman y beban, amigos,
y embriáguense de amor!
Cuarto Canto
(…)
El coro
Dinos, bella entre las bellas,
¿en qué aventaja tu amado a otros hombres?
¿En qué aventaja tu amado a otros hombres,
que nos haces tales ruegos?
La amada
Mi amado es apuesto y trigueño,
y entre diez mil hombres se le distingue.
Su cabeza es oro puro;
su cabellera es ondulada
y negra como un cuervo.
Sus ojos parecen palomas
posadas junto a los arroyos,
bañadas en leche,
montadas como joyas.
Sus mejillas son como lechos de bálsamo,
como cultivos de aromáticas hierbas.
Sus labios son azucenas
por las que fluye mirra.
Sus brazos son barras de oro
montadas sobre topacios.
Su cuerpo es pulido marfil
incrustado de zafiros.
Sus piernas son pilares de mármol
que descansan sobre bases de oro puro.
Su porte es como el del Líbano,
esbelto como sus cedros.
Su paladar es la dulzura misma;
¡él es todo un encanto!
¡Tal es mi amado, tal es mi amigo,
mujeres de Jerusalén!
Quinto Canto
El coro
¿Quién es esta, admirable como la aurora?
¡Es bella como la luna,
radiante como el sol,
majestuosa como las estrellas del cielo!
(…)
Los amigos
Vuelve, Sulamita, vuelve;
vuélvete a nosotros,
¡déjanos contemplarte!
El amado
¿Y por qué han de contemplar a la Sulamita,
como en las danzas de los campamentos?
¡Ah, princesa mía,
cuán bellos son tus pies en las sandalias!
Las curvas de tus caderas son como alhajas
labradas por hábil artesano.
Tu ombligo es una copa redonda,
rebosante de buen vino.
Tu vientre es un monte de trigo
rodeado de azucenas.
Tus pechos parecen dos cervatillos,
dos crías mellizas de gacela.
Tu cuello parece torre de marfil.
Tus ojos son los manantiales de Hesbón,
junto a la entrada de Bat Rabín.
Tu nariz se asemeja a la torre del Líbano,
que mira hacia Damasco.
Tu cabeza se yergue como la cumbre del Carmelo.
Hilos de púrpura son tus cabellos;
¡con tus rizos has cautivado al rey!
Cuán bella eres, amor mío,
¡cuán encantadora en tus delicias!
Tu talle se asemeja al talle de la palmera,
y tus pechos a sus racimos.
Me dije: «Me treparé a la palmera;
de sus racimos me adueñaré».
¡Sean tus pechos como racimos de uvas,
tu aliento cual fragancia de manzanas,
y como el buen vino tu boca!
La amada
¡Corra el vino hacia mi amado,
y le resbale por labios y dientes!
Yo soy de mi amado,
y él me busca con pasión.
Ven, amado mío;
vayamos a los campos,
pasemos la noche entre los azahares.
Vayamos temprano a los viñedos,
para ver si han retoñado las vides,
si sus pimpollos se han abierto,
y si ya florecen los granados.
¡Allí te brindaré mis caricias!
Las mandrágoras esparcen su fragancia,
y hay a nuestras puertas
toda clase de exquisitos frutos,
lo mismo nuevos que añejos,
que he guardado para ti, amor mío.
El amado
Yo les ruego, mujeres de Jerusalén,
que no desvelen ni molesten a mi amada,
hasta que ella quiera despertar.
Sexto Canto
El coro
¿Quién es esta que sube por el desierto
apoyada sobre el hombro de su amado?
El amado
Bajo el manzano te desperté;
allí te concibió tu madre,
allí mismo te dio a luz.
La amada
Grábame como un sello sobre tu corazón;
llévame como una marca sobre tu brazo.
Fuerte es el amor, como la muerte,
y tenaz la pasión, como el sepulcro.
Como llama divina
es el fuego ardiente del amor.
Ni las muchas aguas pueden apagarlo,
ni los ríos pueden extinguirlo.
Si alguien ofreciera todas sus riquezas
a cambio del amor,
solo conseguiría el desprecio.
La amada
Una muralla soy yo,
y mis pechos, sus dos torres.
Por eso a los ojos de mi amado
soy como quien ha hallado la paz.
(…)
El amado
Tú, que reinas en los jardines,
pendientes de tu voz están nuestros amigos;
¡déjanos escucharla!
La amada
¡Apresúrate, amado mío!
¡Corre como venado, como cervato,
sobre los montes de bálsamo cubiertos!…
«Fuerte es el amor, como la muerte,y tenaz la pasión, como el sepulcro. Como llama divina es el fuego ardiente del amor» (8:6)
El Cantar de los Cantares (hebreo “shir hashshirim”, equivale al superlativo “el más excelente de los cánticos”). Es el único libro en la Biblia cuyo tema principal es el amor de una pareja, amor entre hombre y mujer en un plano de igualdad, pasional, profundo y sorprendente, que canta al amado, a su cuerpo y a su espíritu, a sus goces y placeres mutuos. La relación amorosa y los deseos eróticos se expresan en el contexto de una atmósfera romántica plena de amistad entre Salomón y la sulamita: “amiga, amada mía”.
Este libro ha sido criticado severamente por su lenguaje sensual, pero es un libro que influyó en la poesía de todos los pueblos; que no solo presenta el amor entregado entre una hombre y una mujer comprometidos el uno con el otro, desde su feliz encuentro hasta un día sin fin, sino que también permite apreciar elementos culturales, históricos y religiosos que enaltecen una nación, creando una significación especial en cada elemento presente del texto.
El primer versículo de este breve libro identifica a Salomón como su escritor, dice: El Cantar de los Cantares, el cual es de Salomón. Aunque el término hebreo Lishemoloh puede traducirse tanto “de” como “para” Salomón. Se acepta, tradicionalmente, la primera traducción (“de”) porque en el Primer Libro de Reyes se da cuenta que Salomón compuso tres mil proverbios, y que sus Cantares fueron mil cinco. Cabe resaltar que no se encuentra en ningún momento la mención de Dios en el Cantar de los Cantares. Salomón también fue el escritor de los libros, Proverbios (sobre la sabiduría) y Eclesiastés (sobre la necedad y vanidad del hombre).
Encontramos en esta obra el uso de la antífona; es decir, que un personaje habla y el otro responde. Y tenemos varios personajes. La joven novia, que es la sulamita, las hijas de Jerusalén, el novio y la familia de la Sulamita. En la familia hay un padre (que está muerto), la madre, las dos hijas y dos o más hijos. Cantar de los Cantares no es propiamente el relato de una historia sino una canción lo cual se refleja en el contexto de una poesía amorosa.
Los cantos señalan datos históricos y religiosos de la ciudad de Judá como el lirio (la azucena), el jardín y la paloma. El reino de Judá fue dividido en dos reinos después de la muerte del rey Salomón (El reino del Norte, Israel, con su capital Samaria y el Reino del Sur, Judá, con su capital Jerusalén). En tal sentido, se pueden establecer diferentes connotaciones alegóricas en el texto.
Recientes estudios realizados sobre la unidad literaria del Cantar de los Cantares, documentados en el laureado Diccionario Enciclopédico Bíblico Ilustrado de la Editorial Clie (España) se señala: “Debido a la aparente falta de homogeneidad y continuidad del libro, algunos comentaristas lo consideran como una serie o una colección de cantos, unos veinte en total, yuxtapuestos en un momento posterior a su composición. Los especialistas concuerdan que los Cantares no es una simple analogía de poemas, sino una composición artística que utiliza materiales tradicionales preexistentes. Las reiteraciones, los estribillos, los duplicados y la repetición de imágenes hacen pensar que es una obra en progreso, cuya tensión se aprecia en la repetición integral de una escena nocturna (3:1-4 y 5:2-7). Al poeta no le preocupa tanto el desarrollo de una acción externa como el despliegue de la expresión lirica del sentimiento bajo variadas circunstancias (…) Los amantes dialogan o hablan del otro con deseo apasionado, a veces en su memoria o como anticipación de un encuentro (…) Los enamorados juegan papeles variados: de princesa y rey o de campesina y pastor».
A razón del rechazo por el natural disfrute y gozo del cuerpo, tanto los intérpretes judíos como los cristianos, por cuestiones morales y sociales procedieron a leer el Cantar de los Cantares como una alegoría, de este modo se debilitaba su sentido original. El amor que sienten los amantes se ha interpretado como el amor de Dios por Israel o el Amor de Cristo por la iglesia. Un amor que supera cualquier anhelo humano basado en una alianza, un pacto entre dos. Así, la teología mística ha recurrido con frecuencia a la interpretación espiritual para dar expresión a sus sentimientos. El único autor de la antigüedad que aplicó al Cantar de los Cantares la interpretación literal, declarando que era un canto de amor de Salomón, fue Teodoro de Mopsuestia (Antioquía,c. 360-428 ), sin quedar exento al escándalo e injurias.
Cantar de los Cantares es el libro descuidado de la Biblia. Es un poema parabólico. La interpretación y no la inspiración es lo que causa la principal dificultad. Fue en el siglo XlX, con la investigación de los géneros literarios de la Biblia, que el reconocimiento de Cantares como poesía amorosa de la pareja logró una aceptación universal; siendo el carácter sapiencial de la obra que mejor corresponda al sentido literal de Cantares, partiendo de la base que Dios es su creador.
“El amor que celebra el Cantar de los Cantares no es un amor desencarnado, sin relación alguna con el cuerpo, con el sexo, con el eros, ya que celebra el amor humano integral en todos sus aspectos. No es un cántico de amor erótico ocasional sino al amor permanente “más fuerte que la muerte”, el amor nupcial que se requiere para siempre: “Aun aguas torrenciales no pueden apagar el amor (Ahabah)”, pues se alimenta de la misma eternidad de Dios: El amor es la llama misma de Jehová (8:6-7)
Además de la enseñanza sobre la bondad y el placer del amor carnal, Cantares respeta la libertad humana y se limita a insistir en el gran poder del amor como expresión del mismo ser de Dios, tan misterioso como el inefable nombre divino, que apunta a la sexualidad de cada ser humano como algo único y misterioso. La identificación del amor como llama de Jehová (heb. Shalhebethyah, Cant 8:6) anticipa las afirmaciones en Jn 4:8 y 16: que Dios es amor y estas señalan el camino a la integración del amor y la espiritualidad, entendiendo amor en su amplio significado humano, en donde se integran cuerpo, alma, intimidad personal y el mundo entero” (Dicc Encicl. Bib. Ilus – Clie)
El Cantar de los Cantares presenta, atemporalmente, el amor de la pareja como una gloriosa experiencia. El hombre y la mujer aparecen radicalmente como iguales y complementarios, sin superioridad de uno sobre otro, que se buscan y se encuentran en un contexto múltiple y cambiante, en el que por encima de todas las cosas la entrega de su amor hacia el otro significa su propia supervivencia: la de sus cuerpos y de sus almas…
En el arte, en este caso el arte plástico, algunas de las obras que expresan de manera subliminal y única el Cantar de Los Cantares son las obras del brillante pintor Marc Chagall. Es posible que sean muchos más de los que podemos imaginar quienes, así como el artista ruso- francés de descendencia judía, viven anhelando un amor comprometido, fiel y eterno entre un hombre y una mujer….entre un Salomón y una sulamita…