Simón Esain: la noria de sus sueños y un dictado secreto
Por Ysi Ortega
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Todas las artes son acaso una forma de sueño.
– Jorge Luis Borges
Interpretar algo tan etéreo como un sueño ha sido y sigue siendo una práctica atractiva para los mejores escritores y artistas. Podríamos nombrar, por ejemplo, el imperecedero sueño de Gregorio Samsa en La metamorfosis de Franz Kafka, o la formidable vuelta de tuerca en el sueño de Anna Karenina, o al mismo Borges -a quien citaba al comienzo de esta nota- con el Libro de sueños. Esta práctica ocurre también en la pintura, que está colmada de sueños memorables, inquietantes y sugestivos como apreciamos en las obras de Odilon Redon (posimpresionismo, simbolismo) o de Marc Chagall (cubismo, expresionismo); lo mismo pasa en el cine, como en la genial 8 ½ de Fellini o Los sueños de Akira Kurosawa, entre otras manifestaciones artísticas. El arte, no cabe duda, está influido de sueños. Tarea del artista es saber plasmar de manera extraordinaria sus sueños, esos momentos en que la mente es el escenario de una obra de teatro, en la que uno no piensa, no recuerda (no hay memoria), pero en la que uno es capaz de desarrollar, inclusive, más de un guion a la vez, según el inconsciente de cada persona.
Borges escribe en su prólogo del Libro de sueños (1976) -una colección de sueños literarios en la historia universal, que Borges encontró interesantes para su vida- lo siguiente: “Coleridge dejó escrito que las imágenes de la vigilia inspiran sentimientos, en tanto que en el sueño los sentimientos inspiran las imágenes”.
Todos sabemos que el hombre ha soñado desde siempre y que, asimismo, ha contado sus sueños a los demás de diversas maneras. En el arte han sido y son una fuente de creación en los diversos géneros que conocemos. Estos llegan al espectador, a veces, tal cual son y otras como metáforas, entre otras formas. En el curso de la historia, grandes inventos y creaciones artísticas nacieron bajo la inspiración de elementos oníricos.
En esta ocasión, el tema de los sueños en el arte nos acerca a conocer algo de la laboriosa obra de Simón Esain, poeta y escritor argentino, un inusual aficionado a la literatura desde muy niño quien, según cuenta, fue entre Whitman, Borges y Herbert Marcuse que le pusieron a escribir algo que apuntaba en alguna dirección. A pesar de ello, no fue sino hasta pasados los cuarenta que decide asistir a un taller literario por primera vez. Hasta ese momento la literatura había sido una afición bastante íntima. Con eso y todo, su respeto a esta noble área artística le tomaría décadas hasta empezar a escribir prosa, un relato o un cuento. En una entrevista que le hiciera La Tinta Invisible, en tono de confesión, Esain dice: “Me ayudó a decidirme el escribir lo que veía en mis sueños antes que preferir alguna ocurrencia”.
Simón Esain compartió con Stalker21 algunas poesías (dictados secretos) y una pizca de su prosa breve, inspirados en materiales oníricos, base de su ideario literario…
El castellano es un prodigio lingüístico y tienta. Las lenguas criollas, las añadiduras indígenas, los modismos campiranos, todo tienta. Y tiene que dejar de ser tentación para ser asumido como identitario.
– Simón Esain
Vida de hermanos
¿Qué podía hacer por mi hermano? ¿Qué podía hacer él mismo por su impotencia? Qué sensación tan triste; intensa como para despertarme.
¿Cómo olvidar aquella imagen de mi hermano convertido en ‘aquello’? Un verdadero ‘aquello’ que nunca me había imaginado.
Entro al comedor de casa y me encuentro con la tristeza desolada de mi hermano menor. Su ojo azul desteñido mira sin fijarse en nada. Él tiene su ojo azul, en la familia todos tenemos ojos azules porque el abuelo tenía los ojos de ese color. Él es una especie de flor de tulipán, un tallo carnoso con un tubérculo aéreo donde se abre el párpado daliliano sobre su gran pupila azul. Vive ¿vive? en una maceta, pequeña ¿para qué más?, donde lo acomodó mamá desde que tuvo edad, sobre una mesa a veces o a una repisa de patas altas, exclusiva de él, como otra mesita en casa es para el televisor desde hace décadas.
Cuando está sobre su repisa de pinotea podemos hablarnos cara a cara.
Mi hermano menor se llama Nelo, Melo, Peco, Parco o algo así. No usa nuestro apellido, vaya a saberse porqué. Como si su condición física le quitara el derecho efectivo. Él no se ve como un simple globo ocular unido a un tallo. Por eso puede hablarme, no porque tenga boca. Nunca le pregunto cómo me ve a mí. La media tarde nos colorea por igual.
Su situación congénita no es ninguna novedad, pero yo observo su evidente tristeza, que sería lógica y comprensible, como una noticia para mí. Converso con él en la penumbra posterior a un mediodía invernal. Me siento obligado. Lo he puesto sobre la mesa donde permanece el frutero en su mantel, luego de las comidas. Rodeo su maceta con mis manos. Le pregunto si está enamorado o si le han colgado la galleta y de inmediato me abre su corazón. Dentro de mí se divide una sonrisa como una flor muy humilde que podría ser su hija.
Se ha enamorado en la escuela, como cualquiera, él que apenas es un ojo desteñido y sensible unido por un tallo a su tierrita. Resulta que ella se muda, su familia se va y la transportan. Manuela Rodríguez es el nombre mágico que destruye este corazón fraterno.
¿Y quién puede hacer algo útil en estos casos, capacitado o no, que modifique las cosas? Soy el primero que lo ha preguntado. Por el momento los dos estamos en un macetón grande.
Después yo tengo que ocuparme de mis cosas.
Mi hermano sigue vivo. Puede.
Ese ojo azul, triste inmenso, que es su vida, me sigue como un girasol.
El Helecho
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¿qué me traés / distancia
que ya no se haya ido?
¿qué me decís / lejanía
que ya no sea viento?
¿qué me querés mostrar
contemplación
que no sea mancha?
¿no amás ese sonido
que acaba de sonar?
¿no amás este paisaje
que acabás de ver?
¿no te amaban acaso
más que ahora?
¿no lamentás al punto
haberte despertado?
¿te has mirado en un charco
de esos que pronto desaparecen?
¿te has mirado asomado bajo el cielo gris?
¿te has mirado a punto de pisar sobre tu rostro?
¿te has mirado a punto de desgarrar todas las imágenes?
¿has visto que siempre aparece una hoja seca en manos del charco?
¿la has entendido?
(De Un ventanuco restante, 2015-2018)
Euclidianos
Pero si alguna vez, maestro, un canto de oído virgen se tendiese en tu sonido: moriría de felicidad o concebiría el infinito, y su cerebro fecundado estallaría por exceso de nacimiento.
– R.M. Rilke
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cuando amo
o ella muere o yo muero
pero tiene que morir alguno
desde los dos
porque amor obliga a beberse la sed
su poema nos pone de cara a lo trágico del traje
como lo haría el espejo que corona el laberinto
donde se nos enseña que convirtamos al toro
en el Minotauro nuestro
de cada día.
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la felicidad es un tema pero es
todo un tema darle sentido a la felicidad
huyen sin saber quienes madrugan
antes que la luz los sorprenda
la felicidad puede ser una carga
que va pasando de unos hombros a otros
con la obligación de marchar con ella
hasta algún momento en que parezca
dejar de pesar cómo cargan los traspasos
a los sueños que quedan atrás
cuándo culminará nuestra exposición universal
de los cuerpos colgados expuestos y
los expedientes con olores a hueso
que nunca la haya lanzado no quiere decir
que no tenga una cañita voladora en la mano
no limpio como debiera el espejo en el baño
al afeitarme me doy una ojeada y en particular
veo las chorreaduras del enjabonarme
y sobre todo veo
que tampoco hoy voy a quitarlas
reflejos sobre el aroma de la lluvia recién caída
salimos en busca de lo imaginado en los vidrios
no tienen peso los reflejos sobre el charco
los recuerdos pesan mientras caminamos
la limpieza suena a comienzos de evaporación
pido encarcelamiento para estas imágenes
pido liberación para otras imaginaciones
me estoy juzgando me estoy midiendo
contra el ancho de la mesa
y el crujido a sillas
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inmortal
lo que se va
es lo que viene
¿podremos abandonar a su orilla el río?
el supuesto secreto que esconde el tiempo / somos
esta indiferencia cultivada este cansancio
este reconocimiento que no hubiéramos querido creer
que / hay cosas que se acaban antes que nosotros
un día llegamos al final de las cartas
y queremos volver
por desierto o saturado el mundo se vuelve desaconsejable
los caminos excusados se revelan irremplazables
han ido a buscar la verdad al mismo corazón de la galaxia
como si no fuera cierto que la esquina
nos devuelve terrible el secreto
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la mejor canción tiene final
el mejor relato tiene final
tener final tal vez mejore
hasta facilite volver a oírlos
vuelva posible el regreso
a disfrutar la inexistencia
volver a cantar a relatar
por lo que hemos sido
bien sabe qué voz escucha
quien finge no entender tu silencio
áspero es lo que me pedís sin decirlo
lo que me exige tu falta de palabras
cuando cerrás los ojos
me doy cuenta de que
la luz sale de vos
y aún que te vayás
es un regalo a tiempo
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dejá que busque algo más que mi cuerpo
para volcar a tus pies
dejame antes de caer rendido que
apile algunos discos unos libros viejos además
alguna fotografía de mi juventud
me guardaré estas palabras siempre nunca nos
que encontrarás en el bolsillo
junto a trozos del hilo que
no quisiste usar para atar tu vida
a este punto de culminación
a este proceso que te pretendió sacra
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temprano mar adentro
pescaron el cuerpo de Ulysses
lo trajeron a dársena / preguntaron
quién lo querría comprar
tiraron un trapo gris a su torso
todavía atontado de la cabeza
empapado de mala suerte
y tanto sobrevivir
Ulysses
me ha mirado
es
lo que me desvela
Ulysses siempre vuelve
también a mí
esto castigado por los perdones
esto abandonado en los intentos
esto tejido por quienes amaron y odiaron
que no quiso ser esto
que quisieron quieto las direcciones
que dejaron fuera los adentros
esto traído por el apartamiento
impulsado por la irresolución
donde permanece pasó o traspasó la prisa
esto contemplado por el mismísimo atardecer
esto que el ayer negará tres veces
que el futuro negó sólo su vez
esto dejado por lo que creí
esto abandonado en todos
que nadie reclamará
este escalofrío
soy
Confío más en los mensajes que me envía el subconsciente que lo que se me puede ocurrir. No me atraen los argumentos elaborados. A veces lo he hecho, pero son los menos. Algo parecido me ocurre con la poesía, siempre la escribo a partir de algo que me baja al pensamiento.
– Simón Esain
Simón Esain, Buenos Aires, Argentina. Escribe poesía y prosa. Tiene veinticinco obras inéditas. Dirigió y editó La Silla Tibia, revista artesanal latinoamericana. Poemarios editados: la trilogía de El Año Inútil: Indignación de noviembre, 1995; Mayo de 1989 o el humo, 1995; Musa interventora, 1996. Le siguen El momento de ahogarse, 2000; BP Tangos, 2012. En 2008 se publica la crónica de viaje El llamado del árbol, basada en sus propias viviencias de una travesía a Perú en cuatriciclo. En 2020 se reeditó Tangos junto a No Tangos. Simon Esain @fotoyliteratura.
Imagen de la portada y de Euclidianos 124 – Nicoletta Thomas http://www.nicoletta.info/amantes.html
http://www.nicoletta.info/amantes.html Imagen de Euclidianos 53 – Beth Moon https://bethmoon.com/
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…Una guía para no ser guiado…
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