Stefano Travaglini
Por Ysi Ortega
Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente.
– Ludwing Wittgenstein
El concepto lenguaje (del provenzal lenguatge y del latín lingua) es un sistema de comunicación estructurado a partir de signos orales, escritos o gestuales en el que intervienen todos los sentidos. El ser humano es poseedor de una gran capacidad para desarrollar distintos tipos de lenguajes que le permiten hacer llegar a los demás sus sentimientos e ideas.
El lenguaje inicia su desarrollo a partir de la gestación ya que es una facultad congénita que integra la constitución cerebral y, por ende, responde a un impulso biológico. Más tarde la función educativa tendrá injerencia en su progreso, permitiendo adherir habilidades comunicacionales que le permiten al individuo usar esa simbología universal para transmitir un mensaje propio.
La constitución del lenguaje, por un lado, respeta lo que se considera como estable a través del tiempo; y por otro, cambia de acuerdo con la época y el contexto. Es por ello que durante su desarrollo histórico irá incorporando modismos, neologismos y nuevas expresiones que redefinen en forma constante los signos lingüísticos.
El lenguaje musical, del mismo modo que otras expresiones artísticas, responde cabalmente a los elementos básicos de la comunicación (fuente, emisor, receptor y mensaje) pero adquiere un grado mayor de complejidad porque, además de los signos particulares (melodía, ritmo, armonía, tono, métrica, timbre, textura, etc.), se suman su carácter abstracto y la subjetividad implícita en sus significados.
La forma en que el compositor combina estos aspectos da origen a la noción de “estilo musical”; pero también es cierto que la investigación de diversos lenguajes permite “forjar el propio pensamiento musical sobre la base de ese conocimiento”, como afirma nuestro entrevistado Stefano Travaglini.
El reconocido músico italiano Stefano Travaglini trabaja principalmente como pianista, compositor e improvisador, aunque también estudió bajo eléctrico y obtuvo títulos en oboe, composición y dirección de orquesta en el Conservatori di Campobasso e Pesaro. Su formación académica incluye además cursos de perfeccionamiento para composición, dirección, oboe y piano.
Las actividades musicales desarrolladas por Travaglini en los últimos años abarcan desde obras para piano solo hasta propuestas orquestales y actuaciones -en diversos formatos y contextos- llevadas a cabo en Italia, Hungría, Suiza, Alemania, Holanda, Rusia, España, Emiratos Árabes, Estados Unidos, México y Canadá.
Stefano Travaglini es autor de piezas de música contemporánea (Uomo del mio tempo, Chant pour une etoile, Henry’s dream y Floating variations, entre otras) que fueron presentadas en diferentes escenarios, ha tocado con los ensambles orquestales Sinfonica di Pesaro, Sinfonica di Pescara, Orchestra dell’Accademia Pescarese, Giovani Strumentisti Piceni, Camerata Frentana, Orchestra di Verona y dirigió en concierto a la Orchestra Filarmonica Marchigiana, la Sinfonica di Pesaro y la St. Petersburg State Academic Symphony Orchestra.
En 2013 edita el disco The Hungarian Songbook con la participación de la cantante húngara Fatime Halmos, proyecto dedicado a improvisaciones para piano basadas en la antigua tradición melódica húngara.
Luego publica los libros 12 Studies for Oboe (or Saxophone) y La Lettura Musicale – Metodo per il Solfeggio Parlato, Cantato e Ritmico.
En 2017 lanza -por intermedio del sello discográfico Notami Jazz– su primer álbum para piano solo, el consagratorio Ellipse, trabajo grabado por Jan Erik Kongshaug en el célebre Rainbow Studio de la ciudad de Oslo, Noruega.
Sobre estos y otros temas conversamos con Stefano Travaglini.
Vamos a comenzar la entrevista preguntando por tu familia, tus orígenes. Nos interesa saber de dónde vienes y cuándo comenzaste con la música…
Nací en una pequeña ciudad del centro de Italia, lugar en donde también comencé mis estudios. Sinceramente, no había músicos o apasionados por la música en mi familia; pero recuerdo haber recibido como regalo un teclado cuando tenía tres años y desde ese momento nunca dejé de tocar.
¿Qué camino has seguido para convertirte en músico?
Empecé a estudiar música en una escuela de mi país a la edad de ocho años, pero para ese entonces ya podía tocar y transcribir la música que escuchaba en la televisión.
¿Qué recuerdos conservas de tu época como estudiante?
Antes de nada, recuerdo haber querido estudiar piano de inmediato; pero en mi escuela no me permitieron hacerlo porque tenían que abrir una clase para instrumentos de viento. Así fue como comencé con el oboe, casi por diversión y sin siquiera saber de qué se trataba. Sin embargo, cuando estudiaba las piezas de los conciertos me interesaba más por lo que estaba haciendo el piano que la parte que me tocaba a mí. ¡Por eso, siempre terminaba estudiando las dos!
¿Cuándo fue tu debut en un escenario? ¿Recuerdas cómo te sentiste en aquel momento?
Empecé a tocar en público a los catorce años y se trató de un concierto pequeño. Para ser honesto, no tengo recuerdos ni sentimientos especiales sobre esa experiencia.
¿Cuándo elegiste el piano como instrumento principal y cuáles fueron tus influencias originales, tanto en el piano como en la música en general?
Como decía antes, apenas me regalaron el teclado entendí inconscientemente que siempre estaría conmigo. En cuanto a las influencias, recuerdo haber consumido -literalmente- algunos casetes. Para ser más exacto, uno de András Schiff (pianista húngaro nacido en 1953) tocando las sonatas de Mozart y el primer disco de la Chick Corea Elektric Band (se refiere al álbum The Chick Corea Elektric Band de 1986). En cambio, de manera más general, recuerdo que un día -a la edad de dieciséis años- quedé fulminado al escuchar una sonata de Paul Hindemith y salí corriendo a la tienda para ordenar la partitura.
¿Cuánto tiempo le dedicas al piano en la actualidad? ¿Tienes un régimen diario de práctica?
Hubo períodos en los que sólo pensaba en el piano y en la música en general. Pero, actualmente, me resulta difícil decir cuánto tiempo le dedico con exactitud. No obstante, creo que mi existencia está absolutamente determinada por la música.
Hay muchos pianistas talentosos de tu generación. ¿Podrías hablarnos sobre cuáles son las contribuciones más importantes que ha hecho tu generación para redefinir el piano?
En el mundo hay una cantidad increíble de músicos interesantes y, por obvias razones, sólo podemos descubrir a algunos de ellos. En lo que respecta al jazz, creo que Brad Mehldau podría ser considerado como la estrella más brillante de los últimos veinticinco años.
Has estado involucrado en varios ensambles simultáneamente. ¿Qué te atrae de ese tipo de variedad constante aplicada a diferentes escenarios?
Creo que es muy importante para un artista estar comprometido en varios frentes, incluso aun cuando son muy diferentes uno del otro. Y esto tiene sentido, sobre todo, en un período determinado porque termina siendo importante para entender qué camino tomar y qué cosa hacer. Sólo la experiencia puede darte respuestas confiables.
Ahora hablemos sobre algunos de tus proyectos y grabaciones. ¿Cuál fue la inspiración para el álbum The Hungarian Songbook y cómo comenzó a desarrollarse ese proyecto?
The Hungarian Songbook nació casi por casualidad porque estuve involucrado en un concierto con la cantante Fatime Halmos sin saber lo que tocaríamos y, en ese mismo momento, decidimos tocar canciones folclóricas húngaras. Por ese entonces ya conocía la tradición popular húngara, así fue como en poco tiempo reunimos estas maravillosas canciones con las cuales me sentí extremadamente inspirado para improvisar. Piensa que grabamos en vivo nuestro primer concierto cuando yo venía de tener un accidente tan grave que me impidió tocar con la mano derecha durante tres semanas. ¡Sin embargo, acepté el desafío y recuerdo que fue un gran éxito!
¿Podrías hablar de Ellipse, tu álbum para piano solo, y de las ideas que generaste para él?
Había decidido hacer un disco de solo piano justo antes de cumplir cuarenta años y quería hacerlo en Oslo para tener “ese” sonido (dicho con énfasis). La idea era grabar mis composiciones y después una sesión de improvisación libre, sin demasiadas pretensiones. De hecho, una vez terminada esa sesión le pedí a Jan Erik (Kongshaug) que mezclara los registros de inmediato y que luego los escuchara con más calma. Creo que recién los escuché alrededor de una semana más tarde e inmediatamente comencé a imaginar cuáles podrían ser los títulos para cada uno de los temas. No te niego que tenía un poco de miedo en publicar un trabajo de este género, pero enseguida sentí que estaba haciendo lo correcto.
¿Dirías que hay una filosofía central detrás de The Hungarian Songbook y Ellipse, algo que actúa como un factor común para ambos trabajos?
Sí, seguramente… es la improvisación lo que está detrás de ambos proyectos. En cuanto a The Hungarian Songbook, partí desde melodías populares y cada vez que tenemos un concierto o una grabación se abre un nuevo camino. Esto es muy estimulante porque en el fondo las melodías permanecen iguales, pero continuamente experimentan variaciones rítmicas y armónicas, cambiando a cada momento la intención de la pieza. En cambio con Ellipse podemos hablar de improvisación total, una especie de flujo de la consciencia. Visto en retrospectiva, creo que asumí una gran responsabilidad.
¿Te ves como alguien que ha adquirido varios lenguajes musicales o crees haber estado ampliando continuamente el vocabulario de un único lenguaje?
Ésta es una pregunta muy compleja. Antes que nada, creo que en la música el lenguaje es la base necesaria para pensar en comunicar algo. Por lo tanto, sin pertenecer a un lenguaje (o un idioma), corremos el riesgo de resultar incomprensibles. Siempre he sido muy curioso y, por eso, continúo investigando en el interior de diversos lenguajes; esto no significa querer expresarse a través de cada uno de ellos, sino simplemente forjar el propio pensamiento musical sobre la base de ese conocimiento.
¿Crees que el músico debe expresar o reflejar en sus obras el lugar al que pertenece? Y si es así, ¿consideras que tu música se identifica con Italia?
Creo que ésa es una de las posibilidades que tenemos. Mi país es famoso por el Bel canto; por lo tanto, la melodía es importante no sólo para mí. Pero vivimos en una época de contaminación extrema. Internet nos lleva velozmente y con frecuencia a otras culturas. ¿Cómo no perderse en todo esto?
¿Cuál es la situación actual del jazz y de la música creativa en tu país?
Italia es un país lleno de festivales y de músicos increíbles. Quizás quienes gobiernan deberían apoyar más la música experimental y de investigación en lugar de los estilos musicales que, en general, ya están cerca del gran público.
Ser músico, para ti… ¿es una profesión como cualquier otra o su práctica conlleva una misión trascendental?
Siempre he pensado que no se puede elegir ser músico o artista en general, es simplemente una necesidad de comunicar algo y no hay vuelta atrás. Ninguna lógica de mercado puede contemplar un discurso del género.
Última pregunta: en una sociedad como la nuestra, que asocia el éxito con el dinero y el poder… ¿qué lugar ocupa el arte?
En primer lugar, el arte no tiene nada que ver con el éxito, el dinero y el poder, por lo que en una sociedad así sólo se puede ser un rehén. Nosotros, los artistas, sólo podemos continuar persiguiendo nuestras propias ideas y tratar de ser un ejemplo para los demás.
Sólo hay mundo donde hay lenguaje.
– Martin Heidegger
Artículo original publicado en El Intruso https://elintruso.com/stefano-travaglini/
.