La poesía no tiene tiempo
Carmen Arche
Entonces tenía los ojos más grandes que la cara,
cuando la vida era aún pequeña y el tiempo estaba por hacer,
digería con avidez la resonancia de las letras sobre una esquina,
esa esquina luminosa de mi corazón,
ávida del saber emisario revelado de otros seres, …
de la historia de otras balsas del pasado.
Hay que educar a los niños,
hay que educarlos,
sin ataduras ni esclavitud,
fieles a sí mismos,
en la intensa Belleza de los símbolos,
sin mentiras, al menos en esta vida.
Caminaba las traviesas de los trenes,
donde crecían las prímulas
llevadas a ninguna parte,
porque eso era el Paraíso,
la posibilidad eterna de ser,
sin limitaciones ciertas,
mientras pasaban los días
y las noches aventuraban cuerpos adolescentes,
sobre montañas azules,
bajo los cielos alados.
Entonces no eran horas ni para el luto ni para la despedida,
todo eso llegó luego,
cuando un sombrerito puro de niño
echó a volar para perderse en el pasado
y demostrar las leyes de la Física,
que estamos aquí de paso con una exactitud extrema,
la de la gravitación misma de los astros,
sólo esto era exacto.
Edad llama a edad y lo hace con el nombre de las aguas en calma,
con los ojos abiertos a la mirada
cegados por un sol que se fragmenta
los labios proclamando su sed
y las manos abandonadas.
Ah, los rayos de la vida,
cuando caen, cómo iluminan,
se echa encima la longitud de los años
y escapan por la ventana de un vagón parado,
un libro sobre las piernas,
el horizonte en los abrazos
de otros brazos a mi lado,
este libro no está acabado,
este libro lo escribo yo,
le cosí páginas en blanco
para engañar al pasado,
al tiempo también se lo engaña,
le añadí un futuro a su lado
que es, en definitiva,
ganarle tiempo a los años,
sin más estaciones de paso.
Carmen Arche
En el fondo, un poema no es algo que se ve, sino la luz que nos permite ver. Y lo que vemos es la vida.
– Robert Penn Warren